¿Lleva la pantxineta (dulce típico vasco) crema pastelera o nata? ¿El chipirón es pescado azul? ¿La anchoa es mejor comerla el día que la pescas o el día después? 'Fe de etarras' empieza así, con una copiosa cena y una bizarra conversación gastronómica. Cuatro miembros de la organización comparten buena mesa y mejor mantel en Bayona en 1998 porque "en ETA se come de la hostia".

Borja Cobeaga y Diego San José recuperan en su nuevo trabajo como cineastas el humor de 'Vaya semanita', programa de ETB que en el 2003 empezó a desdramatizar un tema tabú hasta entonces. Rodeada de una descomunal y artificiosa polémica, el todopoderoso departamento de márketing de Netflix ha decidido estrenarla el 12 de octubre, día de la Hispanidad.

El espectador que se rió con las aventuras de un malagueño enamorado en Mordor ('Ocho apellidos vascos', con firma de Cobeaga y San José) volverá a hacerlo con los cuatro chapuceros y dubitativos miembros de ETA que conviven en un piso franco y cuentan los días para entrar en acción.

La primera escena de 'Fe de etarras' tiene lugar en 1998. La acción se traslada después al Mundial de Sudáfrica del 2010, evento deportivo que provocó en la ciudadanía un enorme ataque de españolidad. Los cuatro etarras contemplan cómo el barrio en el que viven -ubicado en una ciudad española no identificada- se inunda de banderas españolas y los vecinos no paran de lanzar el famoso grito de guerra: "Yo soy español, español, español".

DENUNCIAS

Esa frase, con la palabra español tachada tres veces incluida en el gigante cartel publicitario de la película, es la que desencadenó la polémica en el festival de San Sebastián, donde 'Fe de etarras' se mostró por primera vez al público.

En una estudiada decisión de márketing, Netflix colocó la lona en el centro de la ciudad. Una asociación de guardias civiles interpuso una denuncia (estaban convencidos de que el tachón rojo de la palabra español simulaba sangre) y hasta el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, se dirigió por carta a Netflix pidiendo empatía con las víctimas de ETA. La película se mostró en el Velódromo (con sus casi 3.000 butacas ocupadas) y los aplausos y las risas todavía se escuchan.

LIBRE Y VALIENTE

'Fe de etarras' es una comedia libre y valiente que, a veces, provoca sonrisas heladas. En ningún momento se burla de las víctimas, sino de los verdugos. No hay nada épico en la odisea de los cuatro majaderos que esperan la llamada de un alto dirigente de la organización. El final, que no desvelaremos, es tan valiente e impactante como inesperado.

Con un aroma de 'ahí va la hostia', la película de Cobeaga y San José -ambos, nacidos en Euskadi- se ríe de los tópicos vascos y españoles.

Javier Cámara da vida al presunto líder del comando. Combate su lugar de origen (es riojano) con una fe ciega en la causa vasca. Todo lo español le da urticaria. "La obesidad es culpa de España porque ellos trajeron de América las patatas y el chocolate", afirma con el mismo entusiasmo con el que saborea las deliciosas croquetas de cocido que le hace la española vecina de abajo.

Julián López se pone en la piel de otro etarra nacido en -horror- Chinchilla, Albacete. Está tan pirado por ETA que está convencido de que todas las etarras "están buenas". Su pasado de albañil le frustra, porque él quiere entrar ya en acción. Es tan patético y descerebrado que resulta entrañable.

Mientras, los otros dos miembros del comando sí son nacidos en Euskadi, como los actores que los interpretan: Miren Ibarguren y Gorka Otxoa. Ambos son pareja y ven con zozobra su futuro, tanto personal como en la organización. ¿Merece la pena seguir?