Carmen Durán abordó el problema del sentimiento de culpa dentro de la pareja en sus dos últimos libros, y ahora acaba de publicar La Benevolencia (Editorial Kairos), donde habla del sentimiento que «nos permite ser más tolerantes con nosotros mismos, reconocer nuestros límites y entender que no tenemos que estar torturándonos por lo que deberíamos ser y no somos».

Durán (Cádiz, 1949) se licenció en Psicología en la Universidad Complutense de Madrid, y ha trabajado en psicoterapia individual, de parejas y de grupos. «Escribo para mí, para poner en orden el pensamiento, pero también para los otros, porque creo que algo que a mí me ha servido puede ser de utilidad para cualquier persona», afirma.

MÁS ALLÁ DE LA TRISTEZA / En La Benevolencia, Durán sigue el recorrido que ya había empezado con Amor y dolor en la pareja y El sentimiento de culpa. Define el concepto que da título a su nuevo libro como algo más complejo que la resignación, como «una aceptación cálida, amorosa. Es la tolerancia de lo que somos nosotros y lo que son los otros».

Con referentes filosóficos muy diversos (afirma que se siente influenciada por pensadores tan alejados en el tiempo como Platón y Nietzsche), Durán se propone poner fin a la tensión que hay entre el amor y la tristeza, entre el «Eros y el Tánatos», como dice ella. La benevolencia «no es la oposición a la tristeza, sino algo que se encuentra por encima de ella», declara. «En momentos de más dificultad, se debe aceptar que los sentimientos negativos tienen su razón de ser, existen por algo e incluso puede que al final comporten algo bueno».

«Los libros que he escrito son como un camino», declara Durán, que empezó escribiendo sobre las parejas porque así podía ayudar a sus seres queridos. Entonces se dio cuenta de que «la culpa es uno de los principales factores que dificultan las relaciones, porque te impide estar abierto y aceptar lo que está pasando». Ahora ha decidido poner remedio a este senimiento negativo mediante «la aceptación y la tolerancia».

«A menudo le echamos la culpa de lo que nos pasa a la educación que recibimos», dice, y defiende que «en la escuela, se tendría que dar más espacio a la libertad de expresión de los niños, sin acabar con la educación intelectual». Cree que hoy en día se da demasiada importancia a lo competitivo y a los conocimientos adquiridos, y poca a la manera de relacionarse con los demás.

Aun así, Durán reconoce que no hay ninguna fórmula secreta. «La única forma de potenciar la benevolencia es teniendo una actitud más abierta, que tenga en cuenta al otro y a uno mismo», asegura.