Melania Trump ha reaparecido pero lo ha hecho a su manera y otra vez con un par de gestos, abiertos a la interpretación, que vuelven a subrayar las aparentes tensiones en el matrimonio que ocupa la Casa Blanca. Y es demasiado jugoso que volviera a ponerse bajo los focos el martes, cuando su esposo ofrecía su primer discurso sobre el estado de la Unión, para no hacer juegos de palabras.

Toda la especulación sobre la crisis de pareja empezó el 12 de enero. Ese día The Wall Street Journal, diario conservador que hasta entonces el presidente Donald Trump había dejado fuera de su guerra contra muchos otros medios, publicó que un abogado de Trump había pagado poco antes de las elecciones 130.000 dólares a Stephanie Clifford (cuyo nombre artístico en la industria del porno es Stormy Daniels) para silenciar una supuesta aventura sexual. La habrían tenido en el 2006, poco después de que Melania diera a luz a Barron, su hijo con Trump, quinto del presidente.

De poco sirvió que abogados, Casa Blanca y Daniels (o al menos un comunicado en su nombre) negaran la mayor. Se empezaron a propagar informaciones de que la primera dama estaba «furiosa». Aunque ese fin de semana fueron juntos a Mar-a-Lago (Florida), no se vio a la antigua modelo en las dos cenas del presidente. Y el 20, aniversario de la toma de posesión de Trump, ella tuiteó una foto del año anterior en la que, en lugar de con él, aparecía con un militar.

Luego la primera dama canceló su viaje previsto con su marido a Davos, algo que su jefa de comunicaciones, Stephanie Grisham, atribuyó a razones «logísticas y de agenda». Y cuando el presidente volvía de Suiza ella no estaba en Washington. Se había marchado a Florida.

En ese viaje (que se calcula que ha costado 64.000 dólares a los contribuyentes) la primera dama pasó por el spa y cogió un buen bronceado. Y el tono destacaba el martes cuando reapareció en el Congreso, vestida con un traje en tono perla de Dior y blusa blanca brillante de Dolce & Gabbana, un conjunto que recuerda a los trajes blancos que solía lucir Hillary Clinton o al homenaje a las sufragistas que congresistas demócratas lanzaron hace un año.

No solo la elección de traje llama la atención. La primera dama rompió precedentes y llegó sola al Capitolio en vez de trasladarse con su esposo como hacían Laura Bush, Hillary Clinton o Michelle Obama (y como hizo ella en la intervención ante las cámaras de Trump en el 2017). La versión oficial es que quería pasar tiempo con los invitados.

«DEFINA VERDAD» /El microscópico análisis de cada gesto de la primera dama y los rumores sobre la crisis matrimonial no tienen visos de acabar, por más que lo intenten los comunicados oficiales. Y es que, además, persisten las dudas sobre qué pasó entre Trump y Daniels. El martes, un comunicado atribuido a la actriz insistía en que «el affaire no sucedió». Pero cuando Daniels apareció a medianoche en el programa de Jimmy Kimmel, el ingenio del cómico de la cadena ABC y sus evasivas pero significativas respuestas consolidaron las tesis de que sí hubo aventura y de que lo único que impide a Daniels confirmarlo es un acuerdo de confidencialidad.

Kimmel creó suficientes interrogantes sobre si la firma del comunicado es real. Y le leyó la entrevista que dio en el 2011 a la revista InTouch con detalles de la aventura y le preguntó si el contenido era verdad. Daniels dijo: «Defina verdad». Complicado en estos tiempos.