La comunidad LGTBQ ha vuelto a celebrar su mes del orgullo en Estados Unidos sin ningún respaldo del Gobierno Trump. Ya van dos años de desaire, como si las marchas que inundan en junio las calles de las ciudades americanas fueran invisibles a ojos de la Casa Blanca. Trump no solo se ha rodeado de voces abiertamente anti LGTBQ como el vicepresidente Mike Pence. También quiere prohibir a los transexuales servir en el ejército (prohibición a la que se oponen más de 100 congresistas en una carta al secretario de Defensa), ha eliminado de la web presidencial toda mención a esta comunidad y ha despedido a los integrantes del consejo asesor sobre VIH-sida.

Y en medio de todo este sinsentido, su hija Tiffany subió unas cuantas fotos a Instagram celebrando el orgullo en el club neoyorquino Soho House. Tiffany aparece con el diseñador Adam Warren y la frase «sábado del orgullo». Él, con la bandera gay pintada en la mejilla. Ella, con camiseta con calavera multicolor.

Otras dos imágenes parecidas han servido para colocar a la hija más desconocida de Donald Trump entre quienes apoyan el mes del orgullo, aunque sin mencionar las políticas de su progenitor. Por eso muchos critican a Tiffany. «Es un insulto que aparezca en cualquier evento pro LGTBQ y no deje clara su postura contra la actitud de su padre. Tiene voz, es una privilegiada y debería hablar», dicen en las redes sociales sobre la hija del presidente que en junio del 2016, durante la campaña, prometió «luchar por los derechos de la comunidad LGTBQ mientras Hillary deja entrar a más gente que amenaza las libertades y creencias». Después se olvidó hasta de reconocer el mes que celebra la diversidad sexual y denuncia la discriminación y la violencia.

No sabemos si Tiffany ha hablado con Trump sobre sus fotos con beisbolera brillante. Lo que sí parece claro es que no es su hija preferida. Preguntado en el 2004 por la revista New York sobre si tenía algún hijo favorito, dijo en referencia a Ivanka: «¡Cómo no! Es la niña de mis ojos. Bueno, tengo otra hija llamada Tiffany que también es fantástica, pero vivimos lejos, separados…».

Estudiante de Derecho en Georgetown, Tiffany no aparece tanto en público con su padre como su hermana mayor, con despacho en la Casa Blanca. Esta chica nació en Florida en octubre de 1993, tres años después del millonario divorcio entre Trump y su primera mujer, Ivana, cuando la actriz Marla Maples (madre de Tiffany) se cruzó en la vida del empresario. Le pusieron ese nombre por la famosa joyería de la Quinta Avenida junto a la torre Trump y anunciaron su llegada al mundo en rueda de prensa en el teatro Palace de Nueva York. Los tres hijos mayores no asistieron a su boda con Maples ante 1.000 invitados, entre ellos Rosie O’Donnell, O.J. Simpson y Howard Stern. «Tiene las piernas de Marla. Todavía no sabemos si tendrá también esta parte», dijo Trump en 1994 sobre la niña, entonces un bebé de un año, señalando al pecho. Su matrimonio con Maples duró seis años, tres de ellos consumidos en la larga negociación del divorcio y con Melania ya en su vida.

Madre e hija se mudaron a Calabasas (California), donde Tiffany creció lejos de los focos de Manhattan, estudió en el colegio Viewpoint (30.000 dólares al año) y se rodeó de ricos y famosos como las Kardashian. Su cuenta de Instagram está plagada de fotos de piscinas, paisajes y clubs junto a sus amigos: Harry y Peter Brant (hijos de Stephanie Seymour), Gaïa Matisse (tataranieta de Henri Matisse), E.J. Johnson (hijo de Magic Johnson).

A Tiffany, que salió con Ross Mechanic, hijo de un abogado especializado en el sector inmobiliario, le gusta la moda. En verano del 2011 fue becaria en Vogue y en el 2012 entró en la Universidad de Pensilvania, donde estudiaron sus hermanos y su padre. Según Vanity Fair, Trump le ingresaba 500 dólares al mes, ni uno más.