Margaretha Zelle fue una joven de una familia acomodada de Holanda que hizo historia en el siglo XIX con el nombre de Mata Hari, la espía más famosa del mundo, cuya enigmática y atractiva vida se recoge en una exposición que homenajea a la mujer en el centenario de su muerte.

Leeuwarden, la ciudad del norte de Holanda que la vio nacer, vuelve a convertirse en el escenario de las aventuras de Mata Hari, una joven menuda de cabellos oscuros que pasó de ser la hija de un vendedor de sombreros a una leyenda mundial.

«En la colección tenemos sus notas del colegio y podemos ver que era muy buena en idiomas. Ya en su niñez tenía un sentido internacional de la vida y aprendió el arte de la presentación», explicó a Efe el director del Museo de Frisia, Kris Callens.

OBJETOS DE MUESTRA / La pinacoteca ha reunido decenas de sus objetos personales, fotografías, álbumes que ella misma hacía artículos periodísticos alabando sus actuaciones e informes militares dando cuenta de sus trabajos para los servicios secretos.

La quiebra económica de su padre, la separación de sus progenitores y, finalmente, el fallecimiento de su madre fueron los sucesos que, en menos de 3 años, truncaron esa feliz adolescencia, y le llevaron a buscar una nueva familia.

A los 18 años respondió a una carta publicada en un periódico por un capitán holandés que buscaba esposa, con quien se fue a Indonesia para convertirse en lo que se esperaba de las mujeres de la época: ser madre y acompañar a su marido a convenciones sociales. «Probablemente allí se aburría porque no tenía mucho que hacer, pero creemos que en una de esas reuniones sociales vio una danza exótica y la copió», indicó Rocourt, que recordó que Mata Hari «nunca recibió clases formales de baile».

Harta de su vida en Indonesia, años más tarde se fue a Francia a ejercer como bailarina, un acontecimiento que el Museo de Frisia conmemora con la estatua original de Shiva que utilizó en el fondo de su primera actuación en París, un préstamo del Museo Guimet. Estableció contacto con hombres de la clase alta de París y fue amante de algunos de ellos, pero no se conformó con Francia y siguió su viaje por Europa, viviendo en Berlín el estallido de la Primera Guerra Mundial, aunque pudo volver a La Haya gracias a su nacionalidad holandesa.

Fue entonces cuando comenzó su verdadera aventura, apunta Rocourt, quien explica que «primero fue contactada por los servicios secretos franceses para que espiara para ellos, pero después ellos dijeron que la habían utilizado para conseguir pruebas de que, en realidad, trabajaba para los alemanes».

Mata Hari abandonó La Haya en 1915 e hizo más viajes por capitales europeas, pero posteriormente fue detenida por militares franceses y acusada de doble espionaje. En esos interrogatorios Mata Hari señaló que sí había dado información a los alemanes, pero que nunca les dijo nada relevante. Sin embargo, los tribunales franceses no se fiaron y no confiaron en su testimonio y la sentenciaron a la pena de muerte. Murió el 15 de octubre de 1917 en París.