Perdió el norte. Se quedó sin ganas de componer. Ni de cantar. Ni de hablar. Estaba, básicamente, cansado. Por eso desconectó con el mundo, para conectarse consigo mismo. No estamos delante de unas frases sacadas de un libro de autoayuda. Estamos delante de Pablo Alborán, un artista superventas que, a sus 28 años, ha necesitado hacer un parón personal y profesional. Confiesa que se le iba un poco la cabeza.

El malagueño aparece de nuevo en Madrid. Perfectamente trajeado (de Antony Morato), sonriente y con un micrófono en la mano, dispuesto a someterse al “test psicológico” de los periodistas. Trae disco bajo el brazo: 'Prometo', el cuarto de su carrera. El más libre, el más sureño, el más ecléctico y el más honesto. “Necesitaba este parón. He vuelto a mi casa, con los míos. Y ahora ya soy capaz de disfrutar de todo lo que se me viene encima”, admite.

Heridas personales y profesionales

Han pasado ocho años desde que Alborán quiso ponerse el mundo por montera. Pasó de grabarse a sí mismo en la calle a llenar conciertos, ser adorado por las masas y estar presente en todas las cadenas musicales. En una época en la que comprar discos es toda una proeza, él ha conseguido vender más de dos millones y medio (42 discos de platino).

En todo este tiempo han pasado muchas cosas, ha sufrido heridas personales y también en la industria-mercado, una piscina fangosa en la que te zambulles para “competir y vender”. Así que sí, a Alborán se le fue un poco la cabeza. “Sin dramas, ¿eh? Me sentí sin nada que escribir, sin saber expresarme”, insiste. Tocó fondo y resurgió. Ahora se levanta cada mañana recordando que las cosas no deben afectarle tanto. También se levanta cada mañana “dando las gracias” por tanto. “Vivimos en una burbuja. No nos damos cuenta de que la vida dura dos días y nos olvidamos de exprimirla”.

El resultado de tanta reflexión y viaje interior es 'Prometo', un disco “de puertas abiertas” donde ha hecho lo que le ha dado la real gana y donde hay baladas, ritmos movidos, letras inconformistas y tintes urbanos, electrónicos y étnicos. Especialmente orgulloso está de 'Boca de hule', en el que colabora Alejandro Sanz. “Se trata de un cara a cara con el poder, la decepción, la corrupción y la violencia. Un grito de impotencia. Empezó siendo un reggae, pero le dimos oscuridad y drama”, recuerda.

"Moriré haciendo música"

Siendo un disco “tan distinto”, los fieles de las baladas 'made in Alborán', los de "Tú y tú y tú y solamente tú" ¿se sentirán decepcionados? “No me he preocupado de si estaba siguiendo o no una moda. He tomado mis propias decisiones. He abierto una puerta a todos los estilos y a muchas realidades”, afirma. “En un momento he podido perder la ilusión, pero la música siempre me acompañó. También en los malos momentos. La única verdad que puedo prometer a mis seguidores es que moriré haciendo música”. Como diría su admirado Alejandro Sanz, la música no se toca. Es sagrada.

Puede que sea 'rara avis', pero Alborán disfruta comprando discos (físicos). Sabe que ahora la música es mucho más fugaz, pero él pide a su público que escuche “en paz” 'Prometo'. Que se ponga unos cascos para hacerlo mejor. O que se lo ponga en casa mientras se prepara para salir de fiesta. O para enamorarse. O para desenamorarse.

No le preocupa el rechazo

'Prometo' es distinto a sus anteriores trabajos, pero no le preocupa en exceso el posible rechazo. Alborán no compone para la gente, sino para él mismo, para desahogarse y olvidarse de cosas. Es justo lo mismo que le reclama a los fans que vayan a sus conciertos (la gira empezará en América Latina el próximo febrero y a partir de mayo recalará en España, aunque todavía no están fijados ni los días ni las plazas, que será muchos). “Será una gira difícil y compleja, pero quiero que el espectador se olvide de todo, de sus problemas, y que se dedique a disfrutar”, avanza.

Especial atención pide a sus fans a la hora de escuchar 'Prometo', el tema que da título al disco y en el que el compositor y cantante ha intentado resumir los “errores, éxitos, mentiras y decepciones” que ha vivido en estos ocho años y cómo lo ha intentado superar todo. Con música, claro.