Adiós a los conciertos, las entrevistas, hacer maletas y correr de un aeropuerto a otro con apenas una breve charla con los fans y unos segundos para recoger un ramo de flores. Hasta luego los paseos por Cantora o las carantoñas de los nietos. Desde ayer, la vida de Isabel Pantoja está sometida a una rutina muy diferente, con la que nunca soñó y a la que temía en los últimos tiempos. Tras agotar todos los recursos habidos y por haber, no le quedó otra que ingresar en prisión para cumplir la condena de dos años de cárcel por blanqueo de capitales.

Con las primeras luces del día, el coche de Isabel Pantoja dejó la finca gaditana donde apuró las últimas horas con los más cercanos. Iba acompañada solo de su hermano Agustín y una persona de confianza. Minutos antes de las 8 de la mañana el vehículo llegaba a la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaira, discreta, tranquila y donde dicen que ya tiene a alguna conocida, aunque ella será la estrella y seguramente no le faltarán seguidoras.

EVITÓ LA FOTO

Y ya que no podía eludir la cárcel, sí logró evitar la foto que le perseguiría toda la vida para recordarle este oscuro episodio. El día antes, la Guardia Civil estableció un perímetro para mantener a la prensa alejada de la puerta. Ayer, ella llegó escoltada por dos coches camuflados y apenas se pudieron captar tres momentos de la entrada de la tonadillera. El primero, a través de la ventanilla del coche, el único en que se le vio el rostro serio oculto tras las gafas de sol.

El coche se introdujo en el párking y se la pudo ver de lejos accediendo a la garita para identificarse y entregar la orden de prisión. Agustín portaba dos maletas. Desde allí, y acabado el papeleo, un camino sin mirar atrás para dejar la libertad por un tiempo. Escoltada por dos funcionarias, y en soledad, únicamente se le pudo ver la espalda.

Una escena que nada tenía que ver con otras anteriores, a la salida de los juzgados, con los fans que le gritaban "guapa, guapa" y le hacían pasillos las veces que iba a recoger notificaciones o a declarar en el juicio que se empezó a gestar aquel aciago día del 2003 en que unió su destino al del exalcalde de Marbella Julián Muñoz. Desde su condena, los jueces han reprochado que en ningún momento ha pedido disculpas o reconocido su delito, por lo que su acción, dicen, se reviste de mayor gravedad.

Tras un cacheo y revisión para quitarle los objetos que no estén permitidos en prisión, le habrán tomado las huellas dactilares y le habrán hecho las fotos de la ficha penitenciaria. Ya comentó lo mal que lo pasó cuando tocó hacer lo mismo cuando fue detenida, por lo que posiblemente esta vez la sensación no haya sido muy diferente. Le habrán dado un lote de productos de higiene y le habrán mostrado su primera celda, posiblemente con una compañera.

Como cualquier otra penada, la tonadillera pasará las primeras jornadas en el módulo de ingresos. Allí se le harán informes médicos y psicológicos y se le irá orientando sobre el funcionamiento de la prisión.

El de Alcalá de Guadaira es un centro viejo, y de pequeñas dimensiones, por lo que las alternativas son limitadas: confección, manualidades, cerámica y poco más. Hay espacio para hacer deporte, y una biblioteca. Algunos señalan que las presas la esperan impacientes y que le propondrán que se una al coro de la prisión. También podrá dejar el tabaco con un programa galardonado por la OMS.

Pero su horizonte estará puesto en mayo, cuando habrá cumplido un cuarto de pena y podrá disfrutar de los primeros permisos si lo aprueba el del juez de vigilancia penitenciaria.