De ídolo teen a símbolo de toda una generación. Su personaje de Bella Swan en la saga Crepúsculo le proporcionó una fama estratosférica, pero su espíritu de rebelde le impidió acomodarse como cachorro privilegiado dentro del establishment hollywoodiense. Kristen Stewart tenía algo especial que la diferenciaba del resto: era auténtica. Una rara avis dentro de un sistema homogéneo en el que la mayor parte de sus miembros suelen ajustarse a los patrones preconcebidos. Pero la actriz no estaba hecha para permanecer dentro del rebaño.

Su primera aparición importante fue con tan solo 12 años a las órdenes de David Fincher en La habitación del pánico (2002), en la que interpretaba a la hija de Jodie Foster, una actriz que se convertiría en un ejemplo a seguir. Al fin y al cabo, ambas empezaron pronto, se convirtieron en niñas prodigio y supieron cómo encauzar sus carreras para no sentirse oprimidas dentro de la industria, intentando mantener cierta independencia para poder expresar sus inquietudes a través de proyectos más personales.

Infidelidad

Seis años después caería en las garras de Bella Swan y la maquinaria Crespúsculo. De 2008 a 2012 estrenó cinco películas de la saga y en cada aparición pública nos regaló esa cara de pocos amigos gracias a la que comenzó a tener sus primeros haters. Justo cuando terminó su vinculación con la franquicia adolescente (de la que asegura sentirse orgullosa) inició su particular via crucis con los medios de comunicación por culpa de su infidelidad a Robert Pattinson con el director Ruppert Sanders, que la había dirigido en Blancanieves y la leyenda del cazador (2012), una película en la que encarnó a una princesa guerrera que casaba a la perfección con el espíritu combativo que estábamos a punto de descubrir en ella.

Mientras se ponía y se quitaba el disfraz hierático de Bella, empezó a perfilar su trayectoria profesional a través de películas de marcado acento indie. La cult movie Adventureland (2009), el biopic de la rockera Joan Jett, The Runnaways (2010), o la adaptación de la novela beat de Jack Kerouac En la carretera (2012) confirmaron su interés por el cine de autor y por los personajes con un punto indómito.

Poco a poco la actriz fue adquiriendo más relevancia tanto a nivel público como interpretativo. Ganó el premio César a la mejor actriz de reparto por Viaje a Sils Maria (2014), en la que trabajó a las órdenes del prestigioso director francés Olivier Assayas, con el que repetiría en Personal shopper (2016). Fue quien mejor entendió su potencial y dejó que mantuviera sus tics, su manera de andar descuidada y su espontaneidad a la hora de interpretar sus personajes. Y ahí es donde descubrimos el verdadero genio de Stewart: era capaz de transformarse de mil maneras, pero nunca dejaba de ser ella misma.

Fue esa cualidad la que la convirtió en musa millennial del mundo de la moda, más concretamente de la firma Chanel. Su diseñador, Karl Lagerfeld, confió en ella para ser su imagen. Cada cambio de estilismo era analizado con lupa. Sin embargo, se dio cuenta de que toda esa exposición mediática a la que siempre había estado sometida y que en el fondo detestaba, podía utilizarla para decir las cosas claras sobre temas como su condición sexual o su compromiso con el activismo feminista.

Sus novias

Con la subida de Donald Trump al poder (que ya la había insultado por Twitter), la actriz comenzó a subir de tono su discurso y se mostró más reivindicativa que nunca. Su mítica intervención en el programa Saturday Night Live y su «I’m so gay» dirigido al presidente, sirvió para erigirla como icono de una nueva generación que venía dispuesta a plantar cara y a dejar de esconderse. Su cambio de actitud con respecto a su privacidad se materializó en una expresión libre de su sexualidad. Conocimos a algunas de sus novias, Alice Cargile, la cantante Soko, St. Vincent o la modelo Stella Maxwell y sus paseos por la calle de la mano se convirtieron en estandarte de la comunidad LGTBI.

Jurado

Hace días, la actriz -que prepara su siguiente trabajo como directora, la adaptación de las memorias de Lidia Yuknavitch, The Chronology of Water- volvió a ser portada por un simple gesto: quitarse los zapatos de tacón en la alfombra roja del Festival de Cannes, rebelándose así contra los códigos sexistas del dress code que impone el festival. No ha sido la primera en hacerlo (Nicole Kidman y Julia Roberts fueron pioneras), pero en esta ocasión el matiz eras diferente si teníamo en cuenta el carácter reivindicativo de esta edición post #MeToo. Kristen, que formaba parte del jurado oficial formado por cinco mujeres y cuatro hombres, volvió a demostrar su inconformismo a través de un pequeño-gran acto contestatario que no hace más que agrandar su leyenda con tan solo 28 años.