Quien tuvo retuvo. Y con más mérito después de superar un cáncer de garganta. A los 55 años recién cumplidos, Sylvia Kristel (Utrech, Holanda, 1952) que, mal que le pese, siempre será conocida como Emmanuelle, sigue teniendo unos atractivos ojos azules y una dulce sonrisa. La cámara la quiere pese a las arrugas.

"No pienso hacerme la cirugía estética", afirma, aunque reconoce que "como mujer, es difícil aceptar que vas envejeciendo". Pero es realista: "Con 55 años no apetece ir a las discotecas". La conversación con Kristel se produce poco antes de que presente su primer cortometraje, Topor et moi en Animadrid, el festival internacional de animación. En él, y en la autobiografía que salió a la luz hace un par de años con el título de doble intención Nue (Desnuda), la actriz descubre su alma. Y homenajea al artista francés que al introducirla en el mundo de la ilustración de libros, le corrigió el academicismo y le enseñó a ser libre como pintora.

FILME PREMIADO

El filme, de unos 12 minutos de duración y premiado el año pasado por el Tribeca Film Festival de Nueva York, descubre al público que la que fuera mito erótico de los años 70 siempre fue aficionada a la pintura y tenía algo dentro que necesitaba sacar a la luz.

"Se puede decir que fue una terapia paralela a la de mi enfermedad. Los productores me alentaron a animar mis dibujos y les di unos 90 que tenía guardados. Los técnicos emplearon dos años en darles vida. Yo seguí el proceso de cerca en el estudio y, cuando tocaba, los productores me llevaban al hospital para seguir el tratamiento", dice tranquila, como si no hablara de una etapa en la que su vida pendió de un hilo.

Ahora parece tranquila y en paz, pero tras interpretar a Emmanuelle con 22 años su vida fue, en ocasiones, un infierno. La industria la encasilló en papeles eróticos y todo tipo de famosos querían tenerla. Una severa adicción a la cocaína, medio centenar de filmes intrascendentes, un par de matrimonios fracasados y un hijo han jalonado los últimos 33 años.

El personaje, el icono, aquella joven desnuda con collar de perlas en un sillón de mimbre, "me ha marcado fuertemente; aún me siguen pidiendo fotos de la época", afirma. "Aunque sé que me perseguirá siempre, no deja de ser un papel al que estoy agradecida porque me permitió forjarme una carrera en el mundo del cine". ¿Qué echa de menos de entonces? "El coche con chófer", bromea. En todo caso, hoy Emmanuelle, "parecería una película inocente. Ahora con la televisión, los jóvenes han perdido la inocencia".

Ahora vive de alquiler en un apartamento de Amsterdam, paga deudas de su marido fallecido cuando ella seguía el tratamiento anticancerígeno, pinta y busca dinero para otro corto con sus dibujos. El cáncer "hace que relativices las cosas. Tengo que pagar el alquiler pero siempre surge algo", explica. "Me importa más mi salud y tener una buena relación con mi hijo, Arthur. Vivo al día. No tengo metástasis, pero tengo que cuidar la alimentación y no tener estrés", explica.