Con antecedentes gallegos en su familia, Tristán Ulloa no podía dejar pasar la oportunidad de participar en ‘Fariña’, la serie de narcos que este miércoles, 9 de mayo, se despide con gran éxito Antena 3 (22.40 horas). En la trama encarna a Darío Castro, el sargento de la guardia civil que persigue implacablemente a Sito Miñanco (Javier Rey).

-¿Cómo se gestó su participación en ‘Fariña’?

-Me llamó la gente de Ramón Campos (el productor), me preguntaron si quería hacer una prueba y acepté. Yo pasé mi adolescencia, de 1982 a 1989, en Vigo y conozco la idiosincrasia gallega muy bien. Mi familia paterna son de una aldea de Lugo, con lo que cumplía el requisito del cromosoma gallego. Viví allí de los 12 años a los 19. Viví el problema de la droga y perdí a gente querida. Incluso gente cercana participaba en el contrabando, que era algo muy normal en aquellos años. Mi padre me mandaba ir a comprar al estanco y el estanquero te preguntaba “normal o batea”.

-¿Y cómo se pasó del contrabando al narcotráfico?

-El problema es cuando de ese contrabando del que vive mucha gente en un momento de reconversión industrial con mucho paro deriva hacia otra cosa. Aquella nueva España del Mundial del 82 era todavía ciencia ficción. Yo no la veía porque veía otra cosa en la calle. Ahora, a todo pasado, nos damos cuenta de lo normalizado que estaba todo aquello. Del mismo modo que ahora estamos normalizando muchas cosas que no deberían ser normales.

-¿Perdió a algún familiar o amigo por las drogas?

-Sí, a amigos del colegio. En el ambiente rural costero era una cosa muy normal que los jóvenes cayeran en la heroína por el paro que había. Se habla de cocaína, pero yo creo que la heroína entraba también a través de estos narcos que protagonizan la serie y que tenían contacto con los traficantes colombianos.

-Hablemos de su personaje…

-Me gusta describirlo como un hombre con un tenedor en una tierra de sopas. Las herramientas que tenía ese hombre en aquel momento eran bastante inútiles. Probablemente él tenga que recurrir a métodos menos ortodoxos y menos oficiales para luchar contra esta lacra. En ese sentido, no es un personaje blanco, sino que tiene muchos grises. Tiene un padre que era un guardia civil corrupto. En aquella época ese cuerpo estaba muy diezmado por la corrupción. En el propio cuartel de Cambados, según cuenta el libro de Carretero, había mucha corrupción y se sacaban un sobresueldo haciendo la vista gorda.

-¿Y el Gobierno central también hacía la vista gorda?

-Estaba normalizado incuso a nivel institucional: cuando se elevaba la voz a altas instancias tanto de la Xunta como de Madrid, en la capital de España decían "bueno, eso es en Galicia y no nos llega". Luego se demostró que eso es mentira y que llegaba a toda España. En la Xunta se miraba hacia otro lado porque producía economía y un medio de vida. Las muertes, aunque suene duro decirlo, eran daños colaterales. La droga producía tanto dinero que no sabían dónde meterlo.

-Lo metían incluso en equipos de fútbol, ¿no?

-Por ejemplo. Como no lo metían en los bancos, el dinero físico se tenía que guardar en contenedores y en otros sitios. Era todo muy obsceno.

-Parece que usted se ha especializado en cierto modo en este tema porque venía de hacer ‘Narcos’. ¿Por qué lo tuvo que dejar? ¿Hubo algún problema?

-Sí. Cuando hablas de personajes reales y de gente que sigue viva y con mucho poder, puede pasar lo que ha pasado con mi personaje en 'Narcos'. Es un tipo que está vivo y tiene mucho poder. Se trata del expresidente de Colombia Ernesto Samper, que mandó un equipo de abogados exigiendo que no se hablase de determinados temas. Hubo temor por parte de la productora de que eso fuese a mayores. No se ha dejado de tratar, pero se ha hecho más escueto. Había unas tramas bastante desarrolladas, pero al final han preferido limitarse a apuntar e insinuar. A favor de la productora diré que no se ha evitado el tema. Pero decidió que la historia tenía que ir por otro lado por motivos dramáticos y también… jurídicos.

-¿Puede ser un poco más preciso?

-Samper fue acusado en su momento de subvencionar su campaña con el cártel de Cali. Si te metes en su Twitter lo más suave que le dicen es “narcopresidente”.

-¿Coincidió en la grabación de Narcos con Javier Cámara y Miguel Angel Silvestre?

-Con Javier Cámara, que es amigo y mi hermano desde hace muchos años. Con Miguel Angel, que se llevó la mejor parte de la tercera temporada, no coincidí. Para Javier y para mi, el hecho de haber estado en esa serie ha despertado interés en algunas productoras extranjeras. Estoy muy contento de haber participado en ‘Narcos’, pero estoy casi más contento de estar en 'Fariña' porque es una historia que me toca mucho más de cerca. Creo que hemos metido el dedo en la llaga.

-¿Por qué?

-Porque es muy difícil hablar de estos temas sin hacerlo de otras cosas. Aquí se habla de corrupción a nivel institucional y político. En España había un partido que se llamaba Alianza Popular que hacía la vista gorda sobre muchas cosas. Y un presidente de la Xunta que también la hacía. Eso estaba en los guiones, aunque al final no sé si llega a la pantalla.

-¿Qué diferencia hay entre trabajar en ‘Narcos’ para Netflix y trabajar en ‘Fariña’ para Antena 3?

-Hay una logística importante, aunque aquí no deja de haberla. Pero ves el pedazo de producción y marketing que hay detrás de esas series internacionales. De todos modos, yo no veo que esto sea mucho menos. Esencialmente, rodar una historia es lo mismo en un sitio que en otro, solo que con más tomas.

-El hecho de que Netlix se haya metido a producir series en España abre muchas oportunidades para los actores españoles…

-Sí. Y sobre todo una oportunidad para empezar a enfocar los temas de otra manera. Hasta ahora vivíamos muy pendientes de lo que era el ‘prime time’. Aunque seguimos viviéndolo, pero estamos menos preocupados por la corrección política. Antes, para que te viese mucha gente querías tocar los temas muy por encima para no herir sensibilidades y espantar a un sector de público. La forma de consumir el audiovisual, incluso el de ‘prime time’, ha cambiado. La gente no está hasta las dos de la madrugada viendo una ficción en tiempo real. Ahora tienes tu plataforma y ves la serie cuando quieres sin cortes publicitarios. Eso ha influido mucho en que los temas se toquen con más valentía.

-¿Cómo ve la relación de su personaje con el de Sito Miñanco?

-Creo que son dos personajes que aprenden a entenderse mutuamente. Coincidimos poco, pero cuando nos vemos hay mucha tensión y expectativas. Es un poco como en ‘El fugitivo’ el Harrison Ford y el otro. En el fondo pienso que ellos tienen más en común de lo que creen. Me refiero a códigos morales. Nuestro Sito Miñanco está en contra de las armas y de los asesinatos, pero todo eso se le escapa de las manos. Darío sabe que Sito es así, e incluso lo verbaliza.

-¿Qué es lo que más le gusta de Darío?

-Ese conflicto. Comprendo la impotencia que le produce a un tipo así y que en un momento dado pueda comportarse de una manera más cuestionable que la del propio Sito. De un guardia civil se espera una conducta intachable, pero no que de repente utilice determinadas maniobras para conseguir lo que quiere pensando que el fin justifica los medios.

-¿Se ha sentido cómodo haciendo de guardia civil?

-Bueno, he hecho más de cura que de policía o guardia civil. Como ocurre en 'La catedral del mar', que hago de un franciscano, el padre Albert, que se convierte en el primer sacerdote de la catedral. Es un personaje de reparto muy bonito, el mentor espiritual de Joanet y tutor de Arnau. En la novela tenía menos presencia, pero más concentrada. Jordi Frades le ha querido dar un poco más de trama en la serie.

-¿Cómo cree que ha quedado esa serie?

-Es una serie dura de ver en algunos momentos. Va a sorprender porque hay mucha violencia, como corresponde a aquella época. El papel de la mujer era muy duro, con eso del derecho de pernada y los encierros de las adúlteras en un cuartucho donde morían.

-¿Ha tenido que trabajar el acento gallego para hacer 'Fariña'?

-Sí, pero no porque yo no lo hable, sino para homogeneizar los acentos de los personajes. Son muy distintos al ser cada uno de una parte de Galicia.