Había una vez dos damas septuagenarias, desparramadas, alcohólicas y fumadoras, una de ellas relaciones públicas y la otra editora de moda, a las que unía una fuerte amistad y una aún más inquebrantable lucha contra la flacidez, los kilos y todo cuanto le pasa al cuerpo a partir de los 20. Por si su día a día no fuera lo bastante intenso -es muy duro conciliar el paso del tiempo y el advenimiento de cada nueva tendencia-, un buen día una de ellas mata accidentalment a Kate Moss en una fiesta y, juntas, huyen -¿lo adivinan?- a la Riviera francesa.

Para digerir el resto de disparates, deberemos esperar al estreno, en verano, de la versión cinematográfica de Absolutamente fabulosas, la mítica serie inglesa que desde 1992 y casi en soledad se dedicó a volcar cubos de sarcasmo sobre el glamur y la moda. «Es una mujer muy fuerte -ha dicho Joanna Lumley de su personaje, Patsy Stone-. Tiene que serlo. No come desde 1973».

NI CUERPO NI FILTROS 'ADECUADOS'

Casi 25 años más tarde, la veda está abierta. Seguro que, aquí o allá, se habrán topado con alguna de las tropecientas parodias de la humorista autraliana Celeste Barber, que en su cuenta de Instagram reproduce algunas de las fotos que la Yvy League de la celebridad cuelga en sus cuentas. Barber no tiene ni el cuerpo, ni la ropa, ni los filtros adecuados. Y el resultado, claro, es un chiste. Un chiste fabuloso si no fuera porque las imágenes, despojadas del envoltorio glamuroso, muestran lo que en realidad son: una ridícula perversión. «Este hackeo a cómo se muestra a la mujer, sobre todo en moda y publicidad, es muy gracioso y efectivo, a menudo mucho más que libros y ensayos, porque es un artefacto visual que apela a lo emocional y, además, el humor ayuda a desnudar al realidad», apuntaMaría Castejón, especialista en representaciones, género y medios de comunicación. «La risa, sin embargo, debe ir acompañada de una reflexión y el hecho es que se encumbra un canon fetichista, cruel y dañino para la salud», añade la investigadora, al tiempo que, recuerda, el flanco más hardcore del quiosco convierte sus páginas en un tiro al pichón «de celulitis y colgajos» de las mismas celebridades.

IDEOLOGÍA TRAS EL GLAMUR

De un tiempo a esta parte, menudean los ensayos e investigaciones que señalan el esqueleto ideológico del glamur, «la liturgia al servicio del capitalismo» en la que las modelos se erigen en «las diosas oficiantes del culto», asegura la socióloga Patrícia Soley-Beltran.Ya saben de qué va la historia: los hombres suelen aparecer como un sujeto con poder -ahí está la pose 'mi-despliegue-de-piernas-no-cabe-en-este-mundo' de la que se ríe el niño y tuitstarRyker Wixom-, y las señoras, como un espectáculo que se exhibe ante la mirada ajena. Sexualmente accesibles y disponibles, en un repertorio de gestos que basculan entre lo absurdo y la violencia. De telón de fondo emerge una feminidad delirante que solo se puede alcanzar trabajando duro, consumiendo mucho y moldeando los cuerpos mediante estilo, retoques y dietas.

'POSES' DE YOLANDA DOMÍNGUEZ

La artista visual Yolanda Domínguez ya 'trolleó' de lo lindo estas fantasías disfuncionales en su trabajo 'Poses', en el que mujeres no-modelos reproducían en el espacio público algunas posturas que aparecían en la publicidad y las revistas de moda. Más allá de la carcajada que, por ejemplo, supone ver a una señora en plena calle con los dedos índice y corazón en la boca, su intención es un ejercicio de descontextualización e ironía para volver a ver lo que hemos naturalizado y así «desarmar estereotipos perjudiciales para hombres y mujeres». ¿Y ve la artista algún signo de agotamiento de estas representaciones, no ya por responsabilidad si no por mera ridiculez? «Todo lo contrario: cada vez hay más violencia explícita, a la que recurren los publicistas para llamar la atención. Esto normaliza un nuevo nivel que ya se nos hace invisible y que luego hay que volver a superar». La prueba de cargo de la artista es un 'book' cargado de imágenes en las que las modelos aparecen como cadáveres. Incluso con sangre y moratones. Y no, no es ninguna broma.