Casi seis meses le ha costado a Alemania sellar un nuevo Gobierno. Después de un turbulento periodo de negociaciones, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel, la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) firmaron oficialmente ayer el acuerdo que le permitirá a la cancillera iniciar su cuarto mandato al frente del país, un pacto que mira a Europa. «Es tiempo de ponernos a trabajar», señaló.

En la firma de ese contrato de coalición, Merkel y el nuevo vicecanciller y ministro de Finanzas, Olaf Scholz, lanzaron un guiño a sus aliados europeos al asegurar que en los próximos días ambos se reunirán con el presidente francés Emmanuel Macron para abordar las muy solicitadas reformas de la eurozona. Aunque sigue negándose a compartir las responsabilidades de la crisis cerrando la puerta a toda mutualización de la deuda, Berlín apuesta por fortalecer el Pacto de Estabilidad e incrementar su contribución económica a los presupuestos comunitarios para reforzar el euro e impulsar la creación de empleo. El título de ese documento de 177 páginas, Un nuevo comienzo para Europa, deja claro que el nuevo ejecutivo pone la vista en Bruselas.

En el plano doméstico, el pacto pone el foco en una mejoría económica y una mayor restricción migratoria. Por un lado el Gobierno ofrece más ayudas sociales y una mejora de los contratos laborales para que, como aseguró Merkel, «la prosperidad de nuestro país llegue a todos». Por el otro, los conservadores han conseguido limitar la reunificación familiar de los refugiados a 1.000 casos mensuales y pretende, según explicó el líder bávaro Horst Seehofer, «aumentar las deportaciones». Muy debilitados por su nueva alianza con la CDU, los socialdemócratas han empezado a marcar distancias con sus aliados. «Esto no es un matrimonio amoroso», explicó Scholz.

Todo ello responde al auge de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), que ya apunta a hasta un 16% en intención de voto.