Llevaba ya más de una hora de pie, frente al atril, testificando en el juicio abierto contra su hija Várvara, consultando sin cesar las notas que traía preparadas de casa, midiendo hasta la última de sus palabras para no empeorar la situación judicial su descendiente, al tiempo que haciendo ímprobos esfuerzos para no derrumbarse ante el juez del Tribunal Militar del Distrito. En ese momento, el fiscal interrumpió el largo alegato del testigo y se dirigió al togado con una petición para impedir que el padre de la acusada siguiera leyendo su discurso.

Tras unos instantes de duda, el magistrado acabó rechazando lapetición de la acusación, y Pável Karaúlov continuó desmenuzando ante el tribunal, sin verse obligado a improvisar, los detalles de la compleja psicología de su heredera, además de los acontecimientos que precedieron y sucedieron a la detención, en el 2015, de la muchacha en Turquía, justo cuando intentaba entrar en Siria tras haber sido seducida a través de internet por un combatiente de Estado Islámico.

Várvara lleva ya más de un año encerrada en la cárcel de alta seguridad de Lefórtovo, acusada de tentativa de ingreso en el grupo terrorista con la intención de luchar en favor delautoproclamado califato. Su huída y posterior regreso a Rusia el pasado año desde territorio turco atrajeron la atención de la mayoría de medios de comunicación locales, que se dedicaron a indagar en el historial de esta aventajada alumna de Filosofía de la prestigiosa Universidad Estatal de Moscú (MGU), capaz de hablar en cinco idiomas.

Ahora la muchacha podría ser condenada a una pena de cinco años de cárcel por unos presuntos delitos que, según la defensa, se reducen a la fuga de una joven enamorada que solo pretendía casarse con su amado. "Cualquier castigo contra ella sería injusto", sostiene a EL PERIÓDICO su abogado, Serguéi Badamshin, a la vez dando a entender que, con este caso, lo que buscan los órganos de seguridad rusos es emitir una ejemplificadora advertencia a todos aquellos que se sientan tentados de seguir los pasos de la muchacha. "¿Cómo se puede sentir una persona que lleva un año encerrada?", denuncia Badamshin.

ACCIDENTADO REGRESO A SU PAÍS NATAL

Los hechos se remontan a mayo del 2015. Várvara, que llevaba tiempo acudiendo a clase con faldas largas y un pañuelo cubriéndole la cabeza, además de asistir a lecciones especiales de árabe, viajó a Turquía con la intención de entrar en Siria y unirse a un combatiente de Estado Islámico al que había conocido por internet y del que se había enamorado. Fue detenida en Killis, junto a la frontera turcosiria, y recluída en un centro donde se reecontró finalmente con su padre, que había seguido sus pasos tras su desaparición.

La muchacha regreso en junio a Moscú, y tras interrogarla, la fiscalía rusa llegó a la conclusión de que no había motivos para presentar cargos. "La investigación acerca de la posible involucración de Várvara Karaúlova en las actividades de un grupo extremista y su reclutamiento ha sido completada, y se ha tomado la decisión de no abrir un proceso criminal", proclamó entonces Vladímir Markin, portavoz del Comité de Investigación.

JOVEN VIRTUAL

Sin embargo, en medio de la expectación generada, la muchacha recién regresada continuó en contacto mediante su ordenador con el joven virtual que la había conminado a iniciar el viaje. Y es en este punto donde radica la principal polémica del caso. Según testificó Pável Karaúlov, Várvara lo hizo siguiendo las instrucciones de agentes del Servicio Federal de Seguridad(FSB, exKGB). "Obligarle a seguir conectada por internet" con una persona por la que sentía "dependencia emocional" era como "dar de beber a un alcohólico", dijo ante el tribunal.

Activistas de derechos humanos rusos han puesto el grito en el cielo por las tribulaciones judiciales que está sufriendo Karaúlova. "Les proporcionó (al FSB) todo lo que querian y necesitaban y cuando no la necesitaron más, la arrestaron", criticó a los medios rusos Zoya Svetova, periodista y activista que ha seguido con detenimiento el caso. Según Svetova, escogieron a Várvara porque era "un objetivo fácil". "Es muy difícil capturar a terroristas reales", puntualizó.

El carácter de Várvara y sus circunstancias familiares parecen haberla convertido en una presa fácil para la propaganda del autoproclamado califato. Descrita por su padre como una persona "misántropa", que rehuye el contacto social, el divorcio de sus padres generó en ella una perentoria necesidad de "calidez familiar", relataba el miércoles Pável ante el juez, con una bufanda que le había regalado su hija anudada al cuello.