Bélgica comenzó ayer la negociaciones para formar un nuevo Gobierno federal ante la inminente partida del actual primer ministro, Herman Van Rompuy, para asumir la presidencia de la Unión Europea (UE). El rey Alberto II ha encargado al veterano político democristiano flamenco Wilfred Martens preparar una "transición rápida y eficaz", que evite una nueva crisis política en el país a causa del endémico conflicto entre Flandes, la región más rica, dinámica y poblada, y la minoría francófona, prisionera desde hace décadas de la crisis económica y de un nivel de paro muy alto.

Martens se reunió durante la jornada de ayer con los líderes de los cinco partidos que forman la actual coalición gubernamental democristiana-liberal-socialista para preparar el terreno para el retorno como primer ministro del controvertido democristiano y nacionalista flamenco Yves Leterme, que tuvo que dimitir en diciembre a raíz de las presuntas presiones políticas sobre los tribunales que cuestionaban la intervención pública que salvó al banco Fortis de la quiebra.

Además de preparar la sucesión sin sobresaltos de Van Rompuy, la misión de mediador de Martens incluye "definir un procedimiento de negociación de los problemas institucionales" de Bélgica, según precisó el comunicado del monarca.

Todo ello supone buscar una fórmula que permita dirimir el pulso que mantienen desde hace años flamencos y francó- fonos por el entorno de Bruselas y las reivindicaciones flamencas de transformar el actual estado federal en uno confederal.

LETERME, EL PROVOCADOR Después de que Van Rompuy pacificara las tensiones del país, el retorno del polémico Leterme mantiene a la comunidad francófona en estado de alerta.

Leterme, que volvió al Gobierno en el mes de julio como ministro de Exteriores, se ha distinguido por sus provocadoras declaraciones al afirmar que se siente "antes flamenco que belga", que "Bélgica solo es un accidente en la historia" o que los francófonos tienen una deficiencia intelectual que les impide aprender neerlandés.

La tarea de Martens resultará complicada también por la división entre los francófonos sobre la estrategia a seguir frente a las reivindicaciones de Flandes.