Después de cinco años de nuevo laborismo, Tony Blair se enfrenta a la primera revuelta social de su mandato. La huelga nacional de bomberos que desde el pasado viernes vive el Reino Unido se ha transformado en un pulso directo y personal entre los sindicatos y el primer ministro. Con los piquetes en la calle, las negociaciones rotas y 19.000 soldados mal equipados tratando de cubrir emergencias y servicios que habitualmente realizan 50.000 bomberos, Blair se vio ayer obligado a comparecer ante el Parlamento para informar sobre el conflicto.

El primer ministro calificó de "poco realista" la subida del 40% de salarios solicitada por los bomberos y advirtió de que ceder a estas pretensiones provocaría una reacción en cadena de otros colectivos, con consecuencias nefastas para la estabilidad de la economía. "Médicos, soldados, profesores, policías, van a pedir subidas similares" señaló el primer ministro, para quien la huelga es "equivocada y peligrosa". El líder de la oposición, Ian Duncan Smith, también condenó la protesta y pidió a los bomberos que vuelvan inmediatamente a la mesa de negociación.

El paro de ocho días coincide con los preparativos militares británicos para una posible intervención contra Irak y cuando el país se halla en estado de máxima alerta por la posibilidad de un atentado. Desde que comenzó la huelga, seis personas han perecido en diversos incendios, aunque es imposible saber si en circunstancias normales se habrían salvado. En Londres, 22 estaciones de metro permanecen cerradas por razones de seguridad, lo que dificulta la vida en la capital. Con otros colectivos considerando la posibilidad de hacer también huelga, la respuesta de Blair al conflicto marcará la pauta para futuras crisis.