"Se está jugando el destino de Venezuela, se está jugando el destino mío, el destino de Chávez". Así afronta el presidente venezolano, Hugo Chávez, las elecciones regionales y municipales de este domingo, un año después de su primera derrota electoral en aquel referendo para cambiar la Constitución y avanzar hacia el socialismo del siglo XXI. Ayer, en vísperas del cierre de campaña, pidió a sus seguidores "acorralar sin clemencia" a la oposición. Aunque las encuestas prevén un muy ligero cambio en el mapa político, él mismo se toma los comicios como un plebiscito y afirma: "Que Chávez siga gobernando a Venezuela dependerá de lo que pase el domingo".

El presidente tomó en sus manos la campaña para que los candidatos del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) ganen "todas las alcaldías y gobernaciones en todo el territorio nacional". Advirtió a sus simpatizantes de que "perder al menos tres gobernaciones en estas elecciones resultaría una derrota para el Gobierno". Pero ya no podrá mantener las 20 gobernaciones que logró en el 2004, puesto que con sus presiones para formar el PSUV generó disidencias que se llevaron cinco estados (Aragua, Carabobo, Guárico, Sucre y Trujillo), además de los dos (Nueva Esparta y Zulia) en manos de la oposición.

La oposición, aún disgregada, confía en que el país "amanecerá el lunes más equilibrado políticamente", como dice el candidato a gobernar el estado de Miranda, Henrique Capriles, quien estima que "la oposición logrará no menos de cinco estados". El líder del partido Primero Justicia advierte también de que "si no hay una pluralidad política el lunes, el país tendrá que creer y obedecer lo que disponga el presidente".

Marisabel Rodríguez, la segunda exesposa de Chávez, se presenta como candidata del opositor Podemos a la alcaldía de Iribarren, en el estado de Lara. Rodríguez, que ya pidió "un rotundo no" en el referendo del 2007, señala que estas elecciones deben "consolidar la democracia" frente a un presidente "con ganas de concentrar más poder cada día".