Vladímir Putin ordenó personalmente la campaña para interferir en las pasadas elecciones estadounidenses con el objetivo de socavar la confianza en su sistema democrático y de ayudar a que Donald Trump resultara elegido. Eso es lo que dice el esperado informe de las agencias de inteligencia de EEUU, que fue desclasificado pocas horas después de que el presidente electo se reuniera con los jefes de los servicios secretos para escuchar de primera mano sus conclusiones. El documento es extraordinariamente detallado y valorativo, y describe una injerencia rusa sin precedentes. Para incrementar las opciones de Trump, sostiene el informe, el Kremlin maniobró para «desacreditar» y «denigrar» a su rival Hillary Clinton.

El documento, de 14 páginas, bastante menos de las que tiene la versión clasificada, recoge las conclusiones de las investigaciones de la CIA, el FBI y la Agencia de Seguridad Nacional. Y dice que la campaña rusa se llevó a cabo mediante distintos métodos, desde operaciones encubiertas de inteligencia, fundamentalmente los ciberataques que sustrajeron miles de correos de instituciones y personalidades demócratas, a desinformación y propagada a través de sus medios estatales o la actividad en las redes sociales de intermediarios y trols a sueldo del gobierno ruso. Si bien no es la primera vez que Moscú hubiera intentado algo semejante, el informe subraya que representa «una escalada significativa por la crudeza, el nivel de actividad y las pretensiones».

Las agencias de inteligencia aseguran que tanto el presidente ruso como su gobierno «desarrollaron una clara preferencia por Trump», una circunstancia que explican por diversos factores, como las experiencias positivas que Putin habría tenido al trabajar con líderes políticos con intereses económicos en Rusia (Berlusconi o Schroeder, dice) o por la creencia de que sería más fácil aliarse con un EEUU presidido por Trump para luchar contra el Estado Islámico. «Muy probablemente Putin quiso desacreditar a Clinton porque él le ha culpado desde el 2011 de incitar protestas contra su régimen», dice en un tono bastante especulativo.

También sostiene que los ciberataques que se apoderaron de las comunicaciones internas del Comité Nacional Demócrata o el jefe de campaña de Clinton «comenzaron probablemente» en marzo del 2016. Detrás sitúan a la inteligencia militar rusa (GRU), que habría utilizado varios instrumentos pantalla como el supuesto hacker Gluccifer 2.0. o DCLeaks.com. A pesar de las supuestas intenciones de Moscú, el jefe de la inteligencia nacional de EEUU, James Clapper, dijo el jueves ante el Congreso que «no tenemos forma de evaluar el impacto» que la campaña habría tenido en el electorado. Sin llegar a aceptar públicamente que Moscú estuviera detrás de las maniobras, Trump dijo ayer que el pirateo informático no tuvo impacto en el resultado de las elecciones.

En cualquier caso, el documento no deja lugar a dudas ni sobre la autoría ni las intenciones. «Los objetivos de Rusia fueron socavar la confianza del público en el sistema democrático estadounidense, denigrar a Clinton y dañar tanto sus posibilidades de ser elegida como su potencial presidencia». Y añade que el Kremlin pretende utilizar tácticas similares en elecciones de otros países.