El Gobierno iraquí está todavía lejos de controlar la revuelta de los seguidores del clérigo radical chií Moktada al Sadr, que hoy cumple su cuarto día. A medida que pasan las horas, son más las ciudades del sur y los barrios de Bagdad sumidos en enfrentamientos armados. Algunas fuentes hablan ya de 130 muertos y centenares de heridos desde que estalló la crisis el pasado martes en la ciudad petrolera de Basora. Ayer, presuntos milicianos del Ejército del Mehdi, brazo armado sadrista, dinamitaron por primera vez un importante oleoducto que conducía crudo al puerto de la ciudad, punto de salida del 90% del petróleo que exporta Irak. Por la noche, la televisión estatal anunció la imposición de un toque de queda total que estará vigente hasta el domingo y que prohíbe la circulación de coches y peatones.

Decenas de miles de seguidores de Sadr irrumpieron ayer en las calles de Bagdad para exigir el cese de la ofensiva de las fuerzas de seguridad iraquís y la dimisión en pleno del Ejecutivo de Maliki, al que acusan de ser el hombre de paja de Washington. Hoy vence el ultimatum de 72 horas que el primer ministro dio a los milicianos chiís para que se rindan.

Ayer, Maliki dijo que la ofensiva seguirá "hasta el final". Un portavoz del clérigo radical advirtió de que si no cesa la operación militar en el plazo de dos días, hará un llamamiento a la "rebelión civil", sin dar más detalles. Hasta ahora, Sadr se ha mostrado partidario de negociar una salida a la crisis. Incluso mantiene la tregua unilateral que decretó hace más de siete meses. Hoy, los milicianos chiís se defienden de la arremetida del Ejército, pero mañana su líder podría ordenar a todos sus seguidores salir a las calles a combatir. Al Ejército del Mehdi se le atribuye gran parte de la violencia sectaria que sembró Irak de cadáveres durante casi dos años.

LLUVIA DE MORTEROS En Basora, a 550 kilómetros al sur de Bagdad, la principal comisaría de país fue atacada por una lluvia de morteros, mientras los combates se recrudecían en las calles. El jefe policial de la ciudad, Abdul Jalil Jalaf, salvó la vida después de que un artefacto camuflado en el asfalto estallara al paso de su comitiva. Tres de sus guardaespaldas murieron. Además, varios proyectiles de mortero volvieron a impactar en el interior de la Zona Verde, el área protegida de Bagdad que alberga las embajadas de EEUU y el Reino Unido, dejando un muerto y 14 heridos.

A pesar de que las autoridades han extendido el toque de queda a las principales ciudades del sur, se registraron fuertes enfrentamientos en Diwaniya, Amara y Kerbala.

El atentado contra el oleoducto ha afectado a un tercio de las exportaciones de crudo que salen diariamente por el sur de Irak, y que eran de un millón y medio de barriles. Hace tres días, los sadristas amenazaron con incendiar los yacimientos de petróleo si el Gobierno no detenía la ofensiva militar.