Alejandro Guillier no es un líder. Tampoco destaca por sus ideas o su oratoria. Pasó del periodismo a la política empujado por las circunstancias. Pocos creían en sus posibilidades como el abanderado de parte de la coalición que sostuvo a Michelle Bachelet. Quedó en segundo lugar en la primera vuelta. Carga sobre su espalda la responsabilidad de concentrar el rechazo que provoca la figura de Piñera y el miedo a una derecha endurecida en parte de la sociedad. La virtud de ser el mal menor. Si junta todos los votos del Frente Amplio (izquierda) y otros partidos menores de la misma orientación, sus posibilidades de ser presidente se acrecientan en un contexto de fuerte polarización.

Sebastián Piñera sabe que su victoria electoral dependerá de la predisposición de los chilenos a escuchar otra vez su promesa de campaña. El magnate, al igual que en el 2010, se ha presentado como el garante de la prosperidad individual. Como hace siete años, la derecha insiste en que los sueños de enriquecimiento, que el propio Piñera ha realizado con creces, se frenan por las políticas que ha llevado a cabo la coalición de centroizquierda. El multimillonario también se ha presentado como el único capaz de detener la creciente violencia urbana, dar respuesta al problema de la inmigración regional y al litigio fronterizo con Bolivia por una salida al mar.