¿Dónde estabais cuándo el terremoto azotó el Nepal?

Estábamos en Katmandú, repartiendo ropas y mantas para los niños.

¿Cuál es la situación que se vive ahora en las calles nepalíes?

La situación es muy complicada. El seísmo no sólo ha afectado a ciudades como Katmandú, sino también en regiones remotas donde hay muchos heridos pero es muy difícil hacer llegar la ayuda. El Gobierno no tiene toda la capacidad necesaria para ayudar, no puede gestionar la distribución de tanto material que llega en el aeropuerto. Estamos ayudando en el transporte, el tiempo se agota y vamos a contracorriente.

¿Qué pasa con los niños?

Los niños son los más vulnerables, los que más sufren. Muchos necesitan ayuda urgente, médicos que los atiendan. No podemos esperar más. No hay más médicos y las criaturas y las mujeres embarazadas necesitan atención inmediata. Se necesitan más previsiones de agua y de comida.

Todo el mundo en Katmandú vive ahora en refugios y es muy difícil llegar a ellos. Y el mal tiempo no ayuda. Hay que tener en cuenta que dentro de un mes será la época de los monzones y eso en una zona tan montañosa como el Nepal es un riesgo muy peligroso. Es una catástrofe.

¿Cuál es el papel de las oenegés como vosotros?

Naciones Unidas ha dicho que hay hasta 8 millones de personas afectadas por el terremoto pero que el Gobierno nepalí sólo puede destinar 4,5 millones de euros para intentar reconstruir las infraestructuras del país.

Debemos ayudar sobre todo a los niños. Los menores tienen unas necesidades especiales que no deben ser olvidadas. Necesitan protección, asesoramiento psicológico y comida.