El Gabinete de Seguridad israelí, bajo la presidencia del primer ministro Benjamín Netanyahu, se reunió ayer para examinar la situación tras los graves incidentes del sábado, cuando las baterías antiaéreas sirias derribaron un moderno F-16 israelí con un misil SA-5 200 de fabricación rusa. Aunque los ministros israelís han guardado silencio en su mayor parte, seguramente amonestados por el propio Netanyahu, algunos de ellos están muy molestos y exigen la adopción de medidas duras y urgentes contra Teherán, incluidas las militares.

Lo que realmente ocurrió el sábado todavía no está claro. Israel insiste en que, en primer lugar, derribó un avión no tripulado iraní, un dron que entró en su territorio y siguió su curso durante un minuto y medio, hasta que fue abatido por un helicóptero. Irán, en cambio, dice que esta explicación es una fantasía, ya que nunca ha lanzado un dron contra territorio israelí.

Según Israel, el envío del dron fue lo que causó la réplica de sus F-16 contra la base T-4 de Tadmor, en mitad del desierto sirio, desde donde supuestamente despegó el pequeño aparato. Y cuando los F-16 volvían a Israel, las baterías antiaéreas sirias tumbaron el avión. La tripulación se salvó. El piloto resultó herido grave mientras que el copiloto solo sufrió heridas leves.

Pero es pronto para saber si las reglas del juego han cambiado. Hasta ahora Israel ha entrado y salido de Siria tantas veces como ha querido, con la seguridad que le daban sus modernos F-16. Los israelís tendrán que sopesar si el incidente se debió a la casualidad o bien modifica una ecuación que funcionaba hasta ahora.

El mismo sábado, Netanyahu conversó por teléfono con Vladímir Putin. El presidente ruso le dijo que está en contra de la violación del espacio de cualquier país, un comentario contra la irrupción sistemática de los F-16 israelís en territorio sirio. Netanyahu encajó el golpe, pero respondió que no dejará de atacar al enemigo de la misma manera que ha hecho hasta ahora.