El intento de Polonia por impedir que el polaco Donald Tusk renovara su mandato al frente del Consejo Europeo hasta finales del 2019 por una batalla política nacional puede haber fracasado estrepitosamente y quedarse en una simple anécdota de la última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE. Pero detrás de este empeño se esconde un problema político mucho más profundo: la división entre Este y Oeste sobre cómo debe funcionar la Unión Europea tras el brexit. La Europa a varias velocidades amenaza con ensanchar todavía más la brecha.

«Algunos países están preocupados porque pueda llevar a diferentes categorías de europeos, a ciudadanos de primera y de segunda clase», admitió ayer la cancillera alemana, Angela Merkel, tras el debate de los Veintisiete, sin la británica Theresa May, para preparar la Declaración de Roma con la que quieren conmemorar el 25 de marzo los 60 años de integración europea. «Algunos colegas lo ven [las varias velocidades] como la introducción de una nueva línea divisoria, una especie de telón de acero entre Este y Oeste. No es la intención. El punto de partida debe ser avanzar juntos como Unión», aseguró el democristiano luxemburgués y presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

Ambos recordaron que la Europa a la carta no es ninguna invención, que es «una realidad» avalada por los Tratados, y que existe en ámbitos como el euro, el espacio de libre circulación de Schengen, la legislación sobre divorcio, la patente europea o en breve una fiscalía europea en la que participarán 17 de los 28 estados miembros. Sus palabras no tranquilizaron al Este, que teme quedar relegado en la toma de decisiones y ser castigado con el aislamiento cuando no acepten las consignas de la mayoría.

«Jamás aceptaremos hablar de la Europa a dos velocidades. La diferencia de velocidades abriría la puerta a construir clubs de élites y a dividir la Unión Europea», zanjó la polaca Beata Szydlo. Su opinión, tras la negativa del jueves a firmar las conclusiones de la cumbre por no tener en cuenta su rechazo a Tusk, generó ayer una atención particular. Según diversas fuentes, Francia y Alemania le recordaron el jueves que son los países más ricos del oeste los que contribuyen al desarrollo de Polonia, a lo que Szydlo respondió con enfado.

«Si los políticos de la UE piensan que pueden chantajear a los países diciéndoles que se les quitará parte del dinero, la UE tiene malas perspectivas por delante», advirtió recordando que no se les puede seguir exigiendo gratitud eterna. «Algunos políticos de Europa Occidental sienten que pueden opinar y pedirnos que les escuchemos y sigamos. Este no será el caso», avisó. Polonia no está sola. Los otros tres países del grupo de Visegrado -Hungría, República Checa y Eslovaquia- están en la misma línea y otros socios del Este, como Bulgaria, dejaron clara su oposición explícita a la Europa a varias velocidades.

El núcleo duro de la minicumbre de Versalles -Alemania, Francia, España e Italia- se mantiene en sus trece. «No se trata de excluir a nadie», pero «no podemos permitir que un país, el que sea, pueda impedir a los demás avanzar más rápido», recordó François Hollande. Este grupo tiene aliados. «Prefiero dos velocidades que ninguna», aclaró el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, molesto con el episodio anti-Tusk. «Lo que pasó ayer [por el jueves] no debe ser la situación permanente en la UE con un país que boicotee nuestro trabajo solo por cuestiones de política nacional».

MINICUMBRES / Pese al toque de atención, los países del Benelux se mostraron dispuestos a tender puentes con el grupo de Visegrado e invitaron a los cuatro países a mantener otra minicumbre en La Haya para hablar del futuro de Europa. «El Benelux quiere jugar fuerte y un papel positivo en el debate», manifestó el primer ministro holandés, Mark Rutte.

La situación no se presenta sencilla. Quedan 15 días para la celebración de Roma y aunque la gran mayoría consideran que el debate de ayer en base al documento de trabajo preparado por Tusk, Juncker, Muscat (premier maltés) y Gentiloni (italiano) fue «fructífero» y «constructivo», hay cuestiones abiertas que auguran arduas negociaciones para cerrar una declaración que satisfaga a los Veintisiete y que permita lanzar «un mensaje de ilusión», tal y como reclamó Mariano Rajoy, en momentos difíciles como estos, a las puertas del brexit y con las formaciones populistas y antieuropeas en alza. «Instaré a todos a esforzarse por mantener la unidad política entre los Veintisiete», prometió el presidente Tusk. «El mejor lema del debate: Si quieres ir rápido, vete solo. Si quieres llegar lejos, hazlo en compañía».