La historia contaba con todos los componentes de una película de serie B desde la propia carátula de la cinta: una foto que empezó a circular en las redes sociales en la que se veía a un miembro del grupo armado de extrema izquierda Frente del Partido de Liberación Popular Revolucionaria (DHKP-C, en sus siglas turcas) apuntando con una pistola a un fiscal en un tribunal de Estambul. El terrorista, vestido de chaqueta y camisa, se cubre media cara con un pañuelo rojo con una estrella amarilla en medio. El mismo símbolo aparece en la boina que le cubre la cabellera. De fondo, como si fuera la decoración de una habitación de adolescente, más iconografía comunista, acompañada de un cartel con la foto de un joven con los brazos en alto, bajo cuya imagen aparece un lema: “Queremos a los asesinos de Berkin”.

Berkin es Berkin Elvan y el procurador amordazado, Mehmet Selim Kiraz, responsable de la investigación judicial sobre el asesinato del primero a manos de la policía turca. Elvan quedó en coma durante la oleada de protestas antigubernamentales en junio de 2013 al recibir el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno disparado por los antidisturbios en su barrio de Estambul, Okmeydani. Entonces tenía 14 años. Moriría nueves meses después, apenas cumplidos los 15.

La versión oficial asegura que Elvan era un manifestante peligroso. El entonces primer ministro y ahora presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, llegó a decir durante un mitin que el chaval llevaba un tirachinas, la cara cubierta y formaba parte de organizaciones terroristas. Radicalmente distinta de la versión de familia y amigos: el adolescente pasaba por allí cuando iba a comprar el pan.

El DHKP-C -formado en los '70 considerado una organización terrorista por EEUU y la UE- se tomó la justicia por su mano. Los tres atacantes que llevaron a cabo esta acción habrían aprovechado el desconcierto reinante en Estambul y el resto del país por un apagón eléctrico masivo para adentrarse en el tribunal y tomar a Kiraz. Entre sus las peticiones para mantenerlo con vida, la confesión de los cuatro supuestos autores del asesinato, su procesamiento en un juzgado popular y la liberación de todos los detenidos durante protestas que pedían justicia en el caso de Elvan. Sin embargo, no contaron con simpatía alguna entre la familia del joven: “Mi hijo murió. No debería morir nadie más”, indicó el padre del menor Sami Elvan. “No se puede borrar la sangre con sangre”, dijo a la cadena británica de televisión BBC.

En medio de un apagón mediático por orden del Gobierno, negociadores trataron de solucionar el entuerto, aunque finalmente efectivos de la policía turca se internaron en el edificio para liberar al rehén, herido de gravedad e intervenido inmediatamente después en un hospital, según el jefe de la policía estambulí, Selami Altinok. Al menos dos terroristas perdieron la vida a resultas de la operación policial.