En dos catedrales del esplendor gótico francés, en Rodez y Reims, han cerrado este viernes respectivamente Emmanuel Macron, candidato de En Marche! (EM), y Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional (FN), la campaña para las elecciones presidenciales más decisivas que se recuerdan en Francia, porque nunca antes se habían enfrentado dos aspirantes con visiones tan antagónicas de su país y del mundo. El socioliberal Macron afronta la cita con una cómoda ventaja en los sondeos -del 61,5% de los votos frente al 38,5%- pero sin haber logrado mantener el cordón sanitario que los dirigentes republicanos erigieron durante décadas contra la extrema derecha. El frente republicano ha pasado de cordón a un fino hilo.

La campaña se ha cerrado en el mismo clima de tensión en el que se instaló en los últimos días, sobre todo después del bronco debate que ambos candidatos sostuvieron el jueves por la noche en televisión, seguido de la acusación sin pruebas que lanzó Le Pen sobre una presunta cuenta bancaria de Macron en las Bahamas, a lo que el dirigente de En Marche! ha respondido con una querella. La candidata ultra tuvo que abandonar este viernes la catedral de Reims por la puerta de atrás tras ser abucheada, un acto del que no ha dudado en responsabilizar "a los militantes de En Marche".

Lejos del baño del 2002

Con 23 puntos de ventaja sobre su rival, Macron afronta desde una posición muy cómoda la nueva cita con las urnas. Pero su previsible victoria no va a ser el baño que le dio el conservador Jacques a Chirac en el 2002 a Jean Marie Le Pen, padre de la actual candidata y fundador del FN, al que barrió con el 82% de los votos. Hoy el frente republicano hace agua por todas partes: por la derecha y por la izquierda. Los sindicatos se han dividido y la Iglesia ha bajado también la guardia con su silencio.

A estas fisuras se suma la amenaza de un alto índice de abstención de los que dicen no querer votar “ni por la candidata de la patria ni por el candidato de las finanzas”. Solo un 68% de los franceses tienen claro que el domingo irán a las urnas. En la segunda vuelta del 2002, lo hicieron más del 79,7%.

Pero nada es ahora igual que entonces. La noche del 21 de abril del 2002, la calificación de Le Pen para la segunda vuelta electoral dejó a Francia en estado de shock. Ese mismo día y en los que siguieron, miles de personas se manifestaron en la Bastilla contra el Frente Nacional. Ni rastro ahora de esa movilización. Este pasado jueves, unconcierto "contra Le Pen y contra el odio" organizado en la plaza de la República, lugar tradicional de las manifestaciones de la izquierda, no consiguió llenar ni una cuarta parte del cuadrilátero.

También esa misma noche del 2002, cuando Roselyne Bachelot, la consejera de Chirac, exclamó "Le Pen en segunda vuelta, victoria asegurada", el candidato soltó un frío: “El momento es grave. Espero que cada uno asuma bien la responsabilidad que le incumbe”, explica el magazine de ‘Le Monde’, que reconstruye con numerosos testimonios la velada del 21 de abril. Macron, en cambio, se rodeó de los suyos en la conocida brasería de La Rotonde, en un ambiente festivo y de victoria que luego le afearon desde sus propias filas, con un FN que acababa de cosechar 7,7 millones de votos, el mejor resultado de su historia.

Los perdedores, divididos

Las fisuras en el frente republicano se multiplicaron desde entonces. Los dos grandes perdedores de la noche, el conservador François Fillon y el socialista Benoit Hamon, llaman a votar a Macron mientras el líder de la Francia Insumisa, Jean Luc Melénchon, rechaza hacerlo.Solo un tercio de los militantes insumisos decidieron en una consulta interna apoyar al candidato de En Marche!. El resto se abstendrá o votará en blanco. En la derecha, los representantes del ala más dura se contentan también con apelar únicamente a la abstención, mientras los sondeos subrayan que un 30% de los votantes conservadores se decanta por votar a favor de Le Pen.

Con su estrategia de 'desdiabolización' del FN desde asumió el liderazgo en el 2011, Marine Le Pen ha logrado sacar a su partido del aislamiento. Le ha lavado la cara cuando en el fondo el discurso excluyente y xenófobo es el mismo. Lo que es radicalmente distinto porque es más débil es la barrera que lo contiene.