Francia se abre a un nuevo horizonte político. Por primera vez en la historia de la V República, las dos familias que se han alternado en el poder, la republicana y la socialista, han quedado eliminadas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El 7 de mayo, serán el líder de En Marche, Emmanuel Macron, y la candidata del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, los que se disputarán el Elíseo, en una batalla que la segunda puede dar por perdida porque nada más conocerse el resultado de la primera vuelta, el resto de candidatos han activado, como en el 2002, el Frente Republicano y se han conjurado contra el extremismo y el populismo.

Macron ya tiene un pie en el Elíseo, noticia que sus seguidores y votantes recibieron con euforia incontenida cuando los sondeos le confirmaron como ganador de esta primera batalla electoral, que se presentaba totalmente abierta. Con sus banderas y camisetas de colores, durante horas corearon Macron président abrazándose, dando saltos de alegría. Euforia que se desbordó cuando compareció el candidato, flanqueado por la bandera francesa y la europea, toda una declaración de principios.

Relanzar la construcción de Europa refundando el proyecto europeo formará parte de las prioridades de Macron, según subrayó en su discurso, en el que prometió ser el presidente de todos los franceses. «No hay varias Francias, sino la Francia de los patriotas contra la amenaza nacionalista», dijo en referencia al discurso radical de Le Pen. El flamante candidato llegó acompañado de su mujer, Brigitte, y prometió incorporar a su Gobierno «nuevas caras y nuevos talentos», a los que no preguntarán de dónde vienen, afirmó.

Macron, un perfecto desconocido hace solo dos años, lograba el 23,23% de los votos con el 78% escrutado. Le Pen cosechaba el 22,83% , aunque lo que quedaba de escrutinio se preveía menos favorable. Llegará a la segunda vuelta con más votos que los que logró en su día su padre, Jean Marie (17,9%), pero había soñado con ser primera. En tercera posición figuraba el candidato de Los Republicanos, François Fillon, con el 19,75%, seguido por el aspirante de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon (19,92%), y, muy distanciado, el socialista Benoit Hamon.

El 7 de mayo se enfrentarán en las urnas las dos almas de Francia, la cosmopolita y moderna que representa el joven Macron, de 39 años, líder de un movimiento fundado hace justo un año que ha roto las barreras entre izquierda y derecha, y la proteccionista y cerrada que encarna Le Pen, una abogada de 48 años que ha bebido del voto del descontento de las clases más desfavorecidas con una imagen suavizada en la forma aunque no en el fondo.

Porque es el mismo lobo con piel de cordero, los derrotados Fillon y Hamon llamaron a cortar el paso en la segunda vuelta al Frente Nacional, un partido conocido por su «violencia y su intolerancia» con un programa que «llevaría al país a la quiebra y a Europa al caos», afirmó el candidato de la derecha, levantando un cerrado aplauso entre los seguidores de Macron. Mélenchon no dijo nada a la espera de conocer los resultados definitivos, pero mostró su decepción.

El profundo deseo de cambio de los franceses se expresó apartando del poder a los grandes partidos del país, socialistas y republicanos, que juntos no llegan al 30% de los votos. Les ganó el candidato que dice que no es «ni de derechas ni de izquierdas», cuando en realidad es a la vez de izquierdas y de derechas porque es otra cosa. Nueva, atractiva, dinámica, rompedora.