No se sabe si durará unas horas o varios días, pero el Gobierno federal de Estados Unidos ha vuelto a cerrar técnicamente sus puertas por segunda vez en menos de tres semanas, la primera vez que sucede en la historia con un solo partido dominando las dos cámaras del Congreso. Superada la medianoche del viernes, ninguna de las cámaras había votado todavía el presupuesto concebido para los dos próximos años, una ley que de ser aprobada concedería inmediatamente permiso a la Administración para seguir financiándose con normalidad. El inesperado retraso en la votación fue provocado por un senador republicano, que recurrió a una maniobra dilatoria para protestar por la actitud de su partido, que tras dar batalla histéricamente contra el déficit durante ocho años ha pasado a abrazarlos sin despeinarse ahora que Donald Trump es presidente.

“La razón por la que estoy aquí esta noche es para llamar la atención”, dijo el senador Rand Paul, ex candidato a la presidencia y uno de las cabezas visibles del movimiento ‘libertario’ en EE UU. “Quiero que la gente se sienta incómoda. Quiero obligarles a responder a todos aquellos que en casa se preguntan: ‘¿cómo es posible que se opusieran a los déficits de Obama y ahora apoyen los déficits republicanos?”. La maniobra parlamentaria de Paul impidió que el presupuestario pudiera votarse en el Senado antes de la medianoche, cuando expiraba la autorización para que el Gobierno siga financiándose. Pero estaba previsto que el trámite parlamentario se reanudara alrededor de la 1 de la mañana (7.00 de España). Primero debe votarse en el Senado, para pasar después a la Cámara de Representantes, donde más escepticismo ha generado la ley.

Si el presupuesto acaba fracasando, miles de funcionarios públicos se quedarán el viernes en casa y los ministerios y agencias gubernamentales funcionarán a medio gas. El Gobierno cerrará parcialmente, no porque el país se haya quedado sin dinero, sino porque la incapacidad de sus políticos para extender el presupuesto deja técnicamente a la Administración sin autoridad para seguir financiándose.