Las medidas del Gobierno no han conseguido aplacar la violencia sectaria en Irak. Varios atentados, la mayoría cometidos en Bagdad, acabaron ayer con la vida de cerca de 60 personas y dejaron a más de 150 heridas. En Tikrit, al norte de la capital, unos desconocidos hicieron estallar una bomba en el interior del mausoleo donde está enterrado el padre de Sadam Husein. El ataque se produjo pocas horas antes de que el dictador compareciera ante el tribunal que le juzga por la matanza en 1982 de más de 140 civiles shiís en Dujail.

Los grupos extremistas, de uno y otro bando, no dan tregua ni al Gobierno, que negocia a trancas y barrancas un nuevo Ejecutivo de unidad nacional, ni a los líderes religiosos que han hecho reiterados llamamientos a la calma. La violencia que de nuevo se registró ayer es una buena muestra de ello.

EN UN MERCADO Al caer la tarde, un coche bomba estalló en un mercado próximo a una mezquita shií, en el barrio bagdadí de Hurriyá, y mató a al menos 21 personas e hirió a cerca de 50. Otros 23 civiles fallecieron cuando un kamikaze se inmoló en medio de una fila de vehículos que hacían cola para repostar en una gasolinera, mientras otros seis murieron al estallar un vehículo bomba cerca de otro templo shií, en el céntrico barrio de de Karrada.

Pero la guerra de las mezquitas y la violencia sectaria no acabó ahí. Al menos dos templos más, esta vez sunís, fueron blanco también de ataques. El más dañado fue el del barrio de Hurriyá, que quedó prácticamente en ruinas tras registrarse una fuerte explosión. En Baquba, la policía halló los cadáveres de nueve hombres con heridas de bala, uno de ellos el de un líder tribal suní.

El Gobierno ha reconocido hasta ahora 379 fallecidos y 458 heridos desde que el miércoles pasado un atentado destruyó la mezquita shií de Samarra y desató la lucha interconfesional. Sin embargo, el recuento efectuado por el diario estadounidense The Washington Post eleva la cifra de muertos a 1.300. En cualquier caso, no parece que haya desaparecido el peligro de guerra civil.

En otros actos de violencia, un consejero del Ministerio de Defensa resultó herido en un ataque contra el convoy en el que viajaba. Cinco soldados murieron. En Mosul, cuatro policías y un médico fueron abatidos a tiros, mientras que en el distrito de Nuevo Bagdad, un coche bomba estalló junto a una patrulla de la policía y causó cuatro muertos. El Ejército británico informó de la muerte de dos de sus soldados. El mausoleo Husein al Madjid, en Tikrit, donde reposan los restos del padre de Sadam Husein, quedó muy dañado tras el ataque sufrido.

El dictador, que ayer estuvo más sereno que en anteriores comparecencias ante el tribunal de Bagdad, emitió el lunes un comunicado en el que pidió "la unidad" de los iraquís. Sadam elogió al máximo líder shií de Irak, el gran ayatolá Alí Sistani, por "sus esfuerzos para evitar un conflicto sectario". En la vista de ayer, la acusación presentó un documento que demuestra que el dictador dio el visto bueno a la ejecución de 148 personas en Dujail.