¿Para qué ir a votar en unas primarias de la izquierda cuando el candidato vencedor parece condenado a la derrota en la primera vuelta de las próximas presidenciales? A las puertas del colegio electoral de la calle Marsella, en el distrito 10 de París, Sophie, de 61 años, y su hija Gabrielle, de 28, parecen tenerlo muy claro.

“Venimos porque hay que darle un poco de futuro al socialismo. Hace falta que se reinvente”. Madre e hija, “completamente decepcionadas” con la gestión de François Hollande reconocen que el clima no es propicio para la izquierda, ni en Francia ni en Europa, y que el ganador de las primarias tendrá difícil entrar en la carrera al Elíseo, así que han optado por un voto nada estratégico y han apoyado a Benoît Hamon.

Lo mismo ha hecho Ghislain, un artista en paro de 34 años. “No me guío por el voto útil. Espero que mi opinión sirva ahora o en el futuro y Hamon representa la dirección que quiero ver en un partido cada vez menos socialista”.

“He venido, sobre todo, para votar contra el escepticismo, porque no hay que hacerle el juego a quienes piensan que el socialismo no tiene futuro”, comenta Eric Dombré, un profesor jubilado de 87 años que ha votado por Arnaud Montebourg y no dudará en hacerlo por Emmanuel Macron si con ello frena a la ultraderechista Marine Le Pen.