Es probable que el gesto más apreciado de François Hollande en sus casi cinco años de mandato haya sido el de renunciar a presentarse como candidato a la reelección en las elecciones presidenciales del 2017. El 82% de los franceses aprueban la sorprendente decisión del jefe del Estado francés y la clase política la ve unánimemente como un acto de lucidez.

Hollande ha defraudado a los electores que le llevaron al Elíseo desbancando del poder al hiperactivo Nicolas Sarkozy en el 2012, y ha dejado un rastro de promesas incumplidas, polémicas evitables, torpezas y fracasos.

Culmina un quinquenio atípico, marcado por el paro y el drama de los peores atentados terroristas de la historia de Francia. Hollande deja un país descontento, una izquierda al borde del colapso y una ultraderecha a las puertas del Elíseo. Cinco años perdidos que le sitúan como el presidente más impopular de la V República.

El pulso con el ala izquierda de su propio partido y con los sindicatos empezó a fraguarse cuando los hechos desmintieron su famoso discurso de Le Bourget, en el que prometió que su enemigo sería el mundo de las finanzas.

El Pacto de Responsabilidad, un paquete de 50.000 millones de euros en rebajas fiscales para las empresas a cambio de generar empleo, no dio sus frutos y la reforma laboral, aprobada con fórceps en el Parlamento tras meses de duras protestas en las calles, consumó el divorcio.

La fractura en sus propias filas alcanzó su cénit con la propuesta de incluir en la Constitución la retirada de la nacionalidad a los binacionales condenados por terrorismo, iniciativa a la que finalmente renunció. Este jueves, al anunciar su retirada de la carrera al Elíseo, dijo que era de lo único que se arrepentía.

“Hollande rubrica la incapacidad de la izquierda para hacer evolucionar el socialismo y garantizar su supervivencia”, sintetizaba este viernes el diario ‘Le Monde’.

MATRIMONIO HOMOSEXUAL

Una de sus medidas más simbólicas, el matrimonio homosexual, salió adelante a pesar de la fuerte oposición del movimiento La Manif pour tous, defensores de la familia tradicional que ahora arropan al candidato de la derecha, François Fillon.

En el ámbito europeo, la esperanza de ver al socialista francés cuestionar el dogma de la disciplina presupuestaria defendida por Angela Merkel se difuminó rápidamente, aunque Hollande se hizo oír durante la crisis griega para evitar la salida de Atenas de la eurozona. Tampoco durante la crisis de los refugiados Hollande mantuvo una línea clara ni impuso su liderazgo.

DERIVA BELICISTA

Hollande asumió con rapidez el rol de jefe del Ejército lanzando en enero del 2013 su primera intervención militar en Mali para frenar a Al Qaeda. Le siguió luego la operación en la República Centroafricana y en el 2013 quiso golpear al régimen de Damasco por haber usado armas químicas contra la población civil, sin que el proyecto se materializara por la falta de apoyo de Barack Obama.

Dos años más tarde, tras los atentados del 13 de noviembre, en el seno de la coalición internacional, la aviación francesa iniciaba los bombardeos contra el Estado Islámico en Siria.

BALANCE ECONÓMICO

Rebajar las cifras del paro había sido una de las condiciones que Hollande se había impuesto para optar de nuevo a la reelección y este jueves, al hacer balance, admitió que, pese a una ligera disminución, seguía siendo elevado (un 9,3%).

Otro de los objetivos, la reducción del déficit, se ha logrado con retraso y gracias a los plazos suplementarios concedidos por Bruselas. En el 2012 era del 4,8% del PIB y para el próximo año el Gobierno baraja la cifra del 2,7%.

La economía tampoco ha salido del todo de su atonía. Cuando Hollande llegó al poder, Francia crecía un 0,2% y tres años después la cifra era del 1,3%, la misma que se espera para el 2016. Las familias han visto aumentar la presión fiscal mientras las empresas han sido las principales beneficiarias de las rebajas.

Entre los éxitos de su mandato figura el histórico acuerdo de París contra el cambio climático firmado en diciembre del 2015. También ha respetado su compromiso de reducir al 50% el uso de la energía nuclear en el 2025.

“Este quinquenio se recordará como una anomalía. Como si, empujado por una increíble y subterránea pulsión suicida, François Hollande no hubiera querido nunca dotarse de los medios para salvar lo que podía salvarse”, se lamentaba el diario ‘Libération’.