El conservador Partido de la Independencia ganó las elecciones anticipadas de ayer en Islandia, que no ofrecen mayorías claras y sitúan como árbitro a varias fuerzas de centro que podrían también dar el poder a la izquierda. El bloque de izquierda mejoró de forma sustancial los resultados de hace un año, pero no lo suficiente como para compensar la caída de su aliado el Partido Pirata, por lo que necesitará pactos para intentar gobernar.

Pese a los escándalos que han afectado al primer ministro conservador, Bjarni Benediktsson, y que provocaron la ruptura del anterior Ejecutivo y la convocatoria de comicios, los segundos en un año, el Partido de la Independencia hizo valer su condición de fuerza hegemónica y las buenas cifras macroeconómicas. La formación que ha ganado todas las elecciones, salvo una, desde la independencia en 1944 retrocedió 4,5 puntos y cinco escaños, logró algo más del 25% de los votos, con 8 puntos sobre el segundo, el Movimiento de Izquierda Verde, y 16 de los 63 diputados del Parlamento.

Los otros dos componentes de la extinta coalición en el poder, la más breve con mayoría absoluta en la historia del país, tampoco salieron bien parados: el Partido Reformista cayó casi 4 puntos y se quedó en 4 diputados, tres menos; y Futuro Brillante perdió sus 4 escaños y quedó fuera del Parlamento. Fue esta última fuerza política la que precipitó hace mes y medio la caída del Ejecutivo al descubrirse que Bjarne Benediktsson había ocultado que su padre recomendó que le fuera «restituido el honor» -polémica figura legal abolida luego por el Parlamento- a un amigo suyo condenado por pederastia.

El panorama poselectoral que dejan los comicios permite suponer que las negociaciones para formar un Ejecutivo pueden ser tan duras como las últimas, que se demoraron diez semanas.