En 1960, el filósofo francés Jean Paul Sartre visitó Cuba y escribió un libro,'Huracán sobre el azúcar', en el que se cifraban las esperanzas y también las incógnitas sobre esa revolución llevada adelante por un tal Fidel Castro Ruz, entonces de 34 años. “¿Cuánto se necesita? ¿Cinco, diez años? No saben nada: la isla lo decidirá. No se irán mientras no se haya llevado a cabo la soldadura, no se haya suprimido el analfabetismo y formado cuadros para las nuevas industrias. ¿Qué harán después? En el segundo periodo los conocimientos diversos y siempre incompletos del hombre-orquesta, no harían otra cosa que estorbar a los técnicos y a los sabios que ellos mismos habrán formado. En suma, los jóvenes dirigentes tienen como objetivo realizar la fase actual de la revolución, conducirla hasta la orilla del momento siguiente y suprimirla eliminándose a sí mismos”. El devenir histórico corrigió esas palabras. Por estas horas, cuando de Fidel Castro se empieza a hablar en pasado, el legado de “su” obra empieza a mirarse con otros ojos.

En verdad, el interrogante comenzó a cobrar fuerza desde el momento en que llegaron a La Habana los escombros del Muro de Berlín. Allá por 1989, mientras los regímenes del Este se desmoronaban uno a uno, Silvio Rodríguez, acaso el emblema musical y alguna vez crítico del castrismo, escribió una canción,“Hojas de enero”, que nunca grabó comercialmente, y en la que dejó sentadas las dudas angustiosas sobre un futuro en el que parecía estar todo en juego. “Para estrenarme, saluda enero/ Si enero pasa, ¿qué será nuevo?”. Enero, claro está, era el mes del comienzo de la revolución, pero también una metáfora del mismo Fidel, el primero. “¿Dónde va enero?/ Solo, en la calle, aún sonrío: las hojas parten y quedo vivo. Se me hace tarde, enero mío”.

El 'período especial en tiempos de paz', como Fidel llamó la era posoviética, marcada por una caída del 30% del PIB cubano, puso a prueba como nunca la fortaleza del liderazgo. La crisis carcomió los cimientos de la economía. Pulverizó creencias. Se abrió paso a un tímido sistema mixto que ha desdibujado los contornos de una revolución con un liderazgo gerontocrático. Silvito El Libre, el hijo díscolo de Silvio Rodríguez y una de las figuras del rap cubano, ha tratado de contestar a las preguntas de su padre. “Hasta ahora del cambio no he visto nada más/ más bien el daño tras los años sin piedad/ y hasta en la forma que piensa parte de la sociedad/ porque el pueblo se muere de tanta necesidad/ pero se calla la boca cuando le toca decir la verdad”, canta en “2 Años Después”.

EL HOMBRE QUE SUEÑA LA LUZ

Los nietos y bisnietos de los hombres alzados dividen opiniones sobre este tema. Cuando, el pasado 13 de agosto, Fidel cumplió sus 90 años, un grupo de músicos jóvenes, ya no trovadores sino salseros, le regaló al anciano comandante una canción. “Hay un hombre que sueña la luz, la belleza/ y se quita la piel disparando en un verso, palpita el corazón de un yate en la tormenta; la orilla redención, la patria el universo”. Parte de la generación de youtubers de la isla y los que se fueron a Miami, como los Pichi Boys, decidieron en cambio ejercitar el parricidio virtual.

En su novela 'La Autopista: The Movie', Jorge Enrique Lage imaginó a Fidel conversando con el presidente de la Coca Cola, mientras los beisbolistas son confinados en Guantánamo. La ciencia ficción de la isla se anticipó a la llegada de Barack Obama. El posfidelismo iniciará su marcha real después de los encendidos obituarios. La velocidad traerá sorpresas o lo que ya se sabe y nadie se atreve a decir todavía en voz alta sobre el día después.