Theresa May llevó a cabo ayer una limitada remodelación ministerial con la que aspira a estabilizar el Gobierno de cara a las difíciles negociaciones del brexit a lo largo del 2018. Tras una larguísima jornada de idas y venidas a la residencia oficial de Downing Street, el resultado fue un nuevo Gobierno que se parece muchísimo al anterior, con los pesos pesados confirmados en sus cargos.

La primera ministra apostó por Brandon Lewis como nuevo presidente del Partido Conservador y ministro sin cartera. Lewis, hasta ahora secretario de Estado para la Inmigración, jugó un papel crucial en la campaña de May por el liderazgo en el 2016 y recibe así su recompensa. Bien considerado entre los tories, su misión será impulsar la colaboración de una nueva generación de diputados, ansiosos por abrirse paso e inyectar energía a un partido apolillado y exhausto. Lewis sustituye a Patrick McLoughlin, uno de los principales responsables de la desastrosa campaña electoral de May el pasado mes de junio, las elecciones con las que perdió la mayoría en la Cámara de los Comunes.

David Gauke es el nuevo ministro de Justicia y Lord Chancellor. Se trata del sexto ministro de Justicia británico en menos de ocho años. Su anterior puesto al frente del Departamento de Trabajo y Pensiones no estaba aún cubierto ayer por la noche. May se lo ofreció a la responsable de Educación, Justine Greening, que lo rechazó y prefirió dejar el Gobierno. El ministro para Irlanda del Norte, James Brokenshire, presentó su dimisión a primera hora por razones de salud. Una operación de pulmón requiere toda su atención. Su puesto ha pasado a ocuparlo Karen Bradley, hasta ahora ministra de Cultura, cartera de la que se ocupará Matt Hancock, que era secretario del departamento digital. La incorporación de Bradley a Irlanda del Norte es una oportunidad para relanzar las conversaciones entre unionistas del DUP y republicanos del Sinn Fein. El enfrentamiento entre las dos fuerzas, condenadas a gobernar conjuntamente la Asamblea de Stormont, tiene paralizada la autonomía desde hace un año.

Tal y como se esperaba, May hubo de confirmar en sus cargos a las principales carteras del gabinete. Boris Johnson continúa al frente del Ministerio de Exteriores; Philiph Hammond, en Finanzas; Amber Rudd, en Interior, David Davis, como responsable del departamento del brexit, Liam Fox en Comercio Exterior y Gavin Williamson en Defensa. A pesar de las torrenciales críticas a su gestión, se mantiene como ministro de Sanidad Jeremy Hunt, que asume además la crisis de las ayudas sociales. David Mundell seguirá siendo el titular para Escocia. David Lidington, antiguo secretario de Estado para Europa, es ahora el canciller del ducado de Lancaster, con rango ministerial, así como secretario de Estado para la Oficina del Gabinete.

Los cambios, aunque pocos fueron pocos, duraron toda la jornada y se prolongaron hasta entrada la noche. El baile de ministros y pretendientes arrancó de manera caótica cuando una cuenta oficial tory anunció por error que el ministro de Transportes, Chris Grayling, era el nuevo presidente del partido. El designado fue Brandon Lewis, pero a alguien se le traspapelaron los apuntes.

Sin margen de maniobra / Los retoques al equipo de Gobierno se producen después de meses de discusiones entre los conservadores sobre la conveniencia de mantener a la primera ministra o acabar con su frágil mandato y buscar un nuevo líder. May contra todo pronóstico sobrevive, pero con poco margen de maniobra. No pudo, como querría, ajustarle las cuentas y cesar a figuras en el Gobierno que la hostigan, la humillan y la desobedecen públicamente, como es el caso de Johnson. Un veterano diputado tory llegó a decir desde el anonimato: «la remodelación es tan embarazosa, que, en lugar de reafirmar su autoridad, sólo subraya la debilidad de la primera ministra».

El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, estuvo discutiendo el reajuste con su grupo parlamentario y consideró los cambios como una operación de relaciones públicas, «sin sentido y carente de lustre», que trata de encubrir el impacto de la austeridad «y la crisis invernal más seria que ha sufrido la NHS (Sanidad Pública)».

La remodelación, se prolongará hoy con nombramientos de cargos de medio y menor rango. La primera ministra debería aprovechar la ocasión para promocionar una nueva generación de diputados tory, frustrados por la falta de oportunidades y cargados de ambición. Nueva sangre que aporte energía a un partido envejecido, sin ideas, ni tirón. Los conservadores deben cambiar de imagen si pretenden competir en las urnas con los laboristas de Corbyn, cuyas bases pujantes y entusiastas son especialmente los jóvenes electores.