Las células terroristas desmanteladas en Bélgica y Francia son la punta visible de una amplia red de radicalismo islámico que se ha desarrollado en Europa en los últimos 30 años. Comenzó con el apoyo occidental a Al Qaeda y otros grupos extremistas en Afganistán en la década de 1980 para debilitar a la Unión Soviética con una guerra de desgaste, sin tener en cuenta las consecuencias que tendría fortalecer a unos grupos que rechazan la democracia y los derechos y libertades occidentales.

Londres se convirtió en 'Londonistán', denominación atribuida a los servicios de inteligencia franceses por la permisividad británica con los grupos islámicos que organizaban atentados en otros países desde allí. Hasta los ataques del 2001 en EEUU, tuvieron en Londres base y centro propagandístico Al Qaeda, el Grupo Islámico Armado (GIA) argelino y la Yihad Islámica egipcia, entre otros.

El Gobierno británico usó a los extremistas islámicos a lo largo del siglo XX como fuerzas de choque para desestabilizar gobiernos, promover golpes de estado, eliminar líderes incómodos o apuntalar gobiernos amigos, señala el historiador Mark Curtis. Existía el acuerdo tácito de que esos grupos no actuaban en territorio británico a cambio de tolerar sus actividades, reconoció Crispin Black, asesor de inteligencia en el Gabinete del Primer Ministro hasta julio del 2002.

Esos grupos enviaron hasta el 2005 a 3.000 británicos a la yihad en Argelia, Túnez, Afganistán, Yemen, Irak, Cachemira y Chechenia, según la policía. Contaron con la ayuda del imán Abu Hamza Al Masri y lamezquita de Finsbury Park hasta el 2003, que organizaba entrenamientos con fusiles de asalto incluso en la mezquita. Francia no logró la extradición de Rachid Ramda, cerebro de los atentados en 1995 del GIA en el metro de París hasta diciembre del 2005, tras las bombas en el metro de Londres. La subestimación británica del peligro que planteaban los extremistas islámicos en su territorio facilitó los atentados de 7 de julio del 2005 en Londres, coinciden los expertos.

Mientras el 'Londonistán' ofreció una plataforma para promover el extremismo islámico en Europa, la progresiva implantación delsalafismo en los barrios de la inmigración promovida por Arabia Saudíy Catar creó una red social de protección, donde los yihadistas pueden moverse sin riesgo de ser denunciados, como Salah Abdeslam en Bruselas.

El triunfo del salafismo en los barrios empobrecidos de la inmigración supone la ruptura total de esas comunidades con la sociedad europea, de la que reniegan, y un repliegue identitario islamista sobre sí mismas, señala el sociólogo Gilles Kepel. La pérdida masiva de empleos con la crisis aceleró la penetración salafista y de su utopía islámica, que condena la democracia como una idolatría, porque la soberanía solo pertenece a Alá y la única ley posible es la Sharia, que emana del Corán y los dichos y hechos de Mahoma. En un paso adicional, los salafistas radicales avalan los atentados, justificando con citas coránicas la legalidad de matar a los no creyentes en defensa del Islam.

Los primeros atentados yihadistas en la UE son realizados por foráneos que trasladan a territorio europeo la lucha islámica contra EEUU (Madrid, bomba en el restaurante El Descanso en 1985) y la guerra civil argelina (París en 1995). La segunda ola, favorecida por la invasión de Irak, tuvo el sello de Al Qaeda y los ataques más graves fueron los de Madrid (2004) y Londres (2005), donde ya se recurre a nacionales y residentes para perpetrar los atentados.

La UE se enfrenta ahora a una nueva generación europea de yihadistas, según Gilles Kepel. La tercera ola está inspirada en la Llamada Mundial a la Resistencia Islámica del 2005, un libro de 1.600 páginas de Abu Musab al-Suri (estratega disidente de Al Qaeda), que defiende un terrorismo de proximidad individual o en pequeñas células autónomas, apoyándose en las comunidades inmigrantes islamizadas para provocar una "guerra civil" en Europa a base de la repetición insoportable de matanzas en nombre del Islam. Estado Islámico retomó la estrategia de Al-Suri con su llamada en el 2014 a "matar infieles europeos y norteamericanos" dónde se pueda y cómo sea y el retorno de combatientes para formar reclutas locales.

La nueva ola yihadista, favorecida por la guerra civil siria, combina lobos solitarios y células organizadas. Se nutre de jóvenes europeos con problemas, exprime las posibilidades de internet y se beneficia del entorno salafista y de un entrenamiento militar más cercano y accesible.