Durante la protesta del viernes pasado en el estado de Zulia, a unos 800 kilómetros de Caracas, unos desconocidos derribaron una estatua de Hugo Chávez y luego la descabezaron, como ocurrió en 1989 en algunos países del Este europeo con algunas figuras de bronce de Vladimir Lenin. Para los sectores más duros de la oposición venezolana se trata de un acto profético. La disidencia quiere creer y que le crean que Nicolás Maduro está cerca de la rendición política. Sostiene que a medida que crezca el enojo social en las calles a Maduro no le quedará otra alternativa que acabar con la represión y aceptar la convocatoria de elecciones.

De otro lado, el presidente ha aparecido estos días bailando salsa en la televisión. Como si con este gesto de aparente despreocupación festiva que enardeció a muchos -ese día había perdido la vida en las protestas un joven violista de una orquesta juvenil-, Maduro le dijera al país “aquí no pasa nada” o “todo está bajo control” ¿Tan fuerte se siente el Gobierno de un país con una inflación del 700% anual y que a lo largo de 2017 debe pagar 13.000 millones de dólares de su deuda externa? ¿Su llamado a una Asamblea Constituyente es un acto de astucia y falsa intransigencia para luego negociar o un suicidio político que puede abrir la puerta de una confrontación mayor?

“Es el momento de escuchar a la gente: Ya basta”, le dijo Maduro el famosísimo director de orquesta, Gustavo Dudamel. El chavismo, por lo pronto, minimiza la fuerza de una protesta que ha dejado en el camino 37 fallecidos. “Estamos en la frontera de lo subversivo y la insurrección armada”, ha dicho sobre las manifestaciones el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, con palabras propias de los dictadores sudamericanos de derechas de los años setenta.

LA POPULARIDAD DEL PRESIDENTE

Según las encuestas, Maduro tiene apenas un 30% de respaldo social. El 1 de mayo, el presidente participó en un acto masivo, aunque la oposición le restó importancia al considerar que los asistentes era gente arrastrada por la prebenda estatal. Es evidente que todavía conserva un “núcleo duro” del chavismo. Este movimiento se considera entre otras cosas hijo del “Caracazo”, el estallido social contra el ajuste que trató de poner en marcha el expresidente ya fallecido Carlos Andrés Pérez a fines de febrero de 1989. Casi 300 personas fallecieron a lo largo de 15 días de choques con la policía que tuvieron como protagonistas centrales a los sectores populares que “bajaron de los cerros (barriadas)” para rechazar el giro neoliberal de la economía. Hasta el momento, ese “descenso de los cerros” no ha tenido lugar en Caracas. La oposición tampoco a puesto el pie por completo en esos territorios vitales para impulsar cualquier cambio. A pesar de la pauperización, siguen todavía del lado del Gobierno que les dio identidad política y beneficios.

LOS MILITARES

Maduro cuenta a su favor con los recursos estatales, al Tribunal Supremo, los servicios de inteligencia y, sobre todo, con las Fuerzas Armadas. El presidente no deja resaltar que, en los hechos, su Gobierno es una suerte de coalición cívico-militar. No en vano hay generales en un tercio de los ministerios, al frente de empresas del Estado e involucrados en el contrabando, de acuerdo con denuncias periodísticas. El general de División retirado Fernando Antonio Ochoa Antich, quien en 1992 y como ministro de Defensa de Carlos Andrés Pérez hizo frente a la asonada militar encabezada por el entonces joven Hugo Chávez, advierte que hay cierto descontento entre los uniformados. “Las Fuerzas Armadas deberían de entender que esa posición que ha mantenido en estos años es completamente equivocada y eso va a provocar una ruptura dentro de la institución”, ha dicho a la revista 'Tal Cual'. La oposición sabe por otra parte que no habrá salida hasta que el Ejército abandone su condición de socio de Maduro.

EL PETRÓLEO

Hubo un tiempo en el que el Banco Central de Venezuela llegó a tener hasta 35.000 millones de dólares de reservas. El 96% de esas divisas son fruto de la exportación de hidrocarburos. Por entonces, el barril de petróleo estaba cerca de los 90 dólares. Parte de la debacle económica se explica por la caída de los precios internacionales. Durante 2016, el barril llegó a estar por debajo de los 30 dólares. En la actualidad se encuentra cerca de los 45. El Gobierno espera que a fin de año trepe hasta los 60 dólares. Las autoridades esperan que si sigue subiendo el precio tendrá otra vez recursos para mejorar la distribución alimentaria, adquirir medicamentos y mejorar su imagen. En esas condiciones -en estos días inverificables- estaría dispuesto a competir electoralmente. Para la oposición, en cambio, los venezolanos deben votar sin más dilaciones. El desacuerdo es explosivo y la razón de la presente crisis que podría desactivarse si los sectores moderados del chavismo y la oposición llegaran a un consenso mínimo y certero. Algo que, a estas alturas, se vislumbra imposible y abre las puertas a lo peor.