Cuando el 31 de marzo del 2014 lo situó al frente de Matignon para sustituir al discreto Jean Marc Ayrault, el presidente François Hollande le encargó al entonces ministro del Interior “hacer de Valls” y liderar un Ejecutivo “de combate”.

Sin embargo, su nombramiento provocó la inmediata huída del Gobierno de los ministros ecologistas y meses después dejarían el Gabinete dos miembros del ala izquierdista del partido, los ‘rebeldes’ Arnaud Montebourg y Benoît Hamon, hoy rivales de Valls en las primarias socialistas.

El reformismo de corte liberal que Valls asume sin complejos le aleja del centro de gravedad de la izquierda, a la que se lleva tiempo queriendo transformar.

Su primer órdago lo lanzó en el 2009 cuando dijo que había que cambiar el nombre del partido porque la palabra socialismo estaba anticuada y vinculada a concepciones del siglo XIX. Martine Aubry, la ministra artífice de la jornada laboral de 35 horas, le invitó sin miramientos a dejar el partido. Valls no lo hizo y siguió con las provocaciones. “Hay que terminar con la izquierda retrógrada, la que esta apegada a un tiempo pasado y nostálgico”, dijo en el 2014.

Tampoco cedió a las protestas que acompañaron la tramitación parlamentaria de la polémica reforma laboral de Hollande, ni al pulso de los 40 diputados socialistas que votaron en contra. Valls desenfundó la artillería pesada de la Constitución para aprobarla por decreto.

Nacido en Barcelona hace 54 años, sus once años al frente de la alcaldía de Evry (2001-2012) estuvieron marcados por su batalla para reforzar la seguridad. De esa época, y del apoyo que le dio al entonces presidente francés durante las revueltas del 2005 en las' banlieues', data la etiqueta de ‘Sarkozy de izquierdas’, asociada al estilo marcial de alguien a quien no le tiembla el pulso.

Reputado culé, el hijo del pintor catalán Xavier Valls que pasaba sus vacaciones familiares en Horta, se ha empleado a fondo para aplicar contra viento y marea la línea liberal del presidente Hollande, haciendo incluso declaraciones públicas de amor a las empresas.

Su estricta concepción del laicismo le convirtió en uno de los pocos socialistas que votó la prohibición del burka en las calles francesas en la presidencia de Sarkozy. Este verano vinculó el burkini con un islamismo “mortífero y retrógrado”.

Hace menos de un mes, en Berlín, Valls describía al candidato ideal para derrotar a la ultraderechista Marine Le Pen en las presidenciales. “Tiene que preservar el modelo republicano, es decir nuestros valores. Entre ellos están, por supuesto, la autoridad y la seguridad y, al mismo tiempo, la firmeza necesaria, así como la generosidad y la solidaridad. Y preservar el modelo social”.

Valls entró muy joven en la arena política. Tras estudiar historia, se convirtió en asistente parlamentario a los 23 años. De 1998 a 1991 trabajó en el Gabinete del primer ministro reformista Michel Rocard, de quien se considera heredero. Luego trabajaría para Lionel Jospin en Matignon de 1997 al 2001.