Unos lo miran como una cuestión de justicia económica: que las arcas públicas dejen de gastarse los más de 127.000 dólares diarios que costaba mantener la seguridad en la Torre Trump de Nueva York. Otros, como la esperanza (¿utopía?) de que Donald Trump esté más tranquilo y estabilizado. La cuestión es que la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump, ha decidido finalmente llegado el momento de instalarse en la Casa Blanca y desde el domingo el presidente ya vive en el 1600 de la Avenida Pensilvania con su tercera esposa y Barron, el hijo de 11 años de ambos.

Aunque la mudanza se había anticipado para el miércoles, día del 71 cumpleaños del mandatario estadounidense, se oficializó el domingo. Después de pasar el fin de semana en el club de golf de Trump en Bedminster (Nueva Jersey), la primera familia llegó a Washington en el helicóptero presidencial, donde también viajaron los padres de la exmodelo eslovena de 47 años, Viktor y Amalija Knavs, que han estado viviendo con su hija y su nieto en la Torre Trump y les han acompañado en los fines de semana en Mar-a-Lago, en Florida. Poco después, la primera dama colgó en su cuenta oficial de Twitter una foto tomada desde la Red Room de la residencia presidencial acompañada del mensaje: “¡Esperando con ganas los recuerdos que haremos en nuestra nueva casa! #díademudanza”. Y su portavoz, Stephanie Grisham, confirmó que el traslado “es oficial”.

La primera dama ha esperado 143 días para dar el paso, que desde el primer momento dijo que postergaría hasta que Barron acabara el curso escolar en la Columbia Grammar and Preparatory School de Nueva York. Ahora han acabado las clases, han matriculado a Barron para que inicie en otoño el sexto grado en la St. Andrews Epischopal School en Potomac (Maryland), un colegio privado cerca de la capital que cuesta más de 40.000 dólares al año, y empieza la vida washingtoniana de la primera familia. Los “primeros abuelos” en principio no se van a instalar en la Casa Blanca, como sí hizo la madre de Michelle Obama, Marian Robinson, para ayudar a cuidar de Sasha y Malia, pero se espera su presencia constante en Washington.

Algunos analistas ponen esperanzas en que la nueva etapa ofrezcaalgo de calma a una Casa Blanca tumultuosa hasta ahora, de la que a lo largo de los primeros cuatro meses y medio de presidencia de Trump han salido informaciones numerosas sobre guerras intestinas y un presidente a menudo frustrado, que se entrega al consumo en solitario de horas de televisión y a sus ya famosas (o infames) madrugadoras diatribas en Twitter. “Su llegada (de Melania) no va a detener ninguna investigación pero en un momento en que esta presidencia particular necesita un aire de estabilidad puede contribuir a ello”, le decía hace unos días al político Katherine Jellison, profesora de historia en la Universidad de Ohio especializada en el estudio de primeras damas. “La mudanza ayuda a dar la impresión de que el presidente está en un matrimonio estable y sólido y que su vida casera está bajo control”.

La capacidad de Melania Trump para frenar algunos instintos de su marido, no obstante, es limitada. Algunas veces le ha aconsejado en contra de su furia tuitera y la ha contenido pero otras muchas, no (el mismo domingo, después de que se ella instalara en la Casa Blanca, el presidente tuiteó vídeos de la conservadora Fox que minimizan el Rusiagate y la posibilidad de impeachment). Pero además, y sobre todo, personas cercanas a la primera dama aseguran que ella se enfurece tanto como su marido por la cobertura mediática negativa y defiende su imagen, su agenda y, a menudo, suposiciones más ultras, incluyendo el veto a la entrada de musulmanes y refugiados o, antes de que fuera presidente, la teoría conspiratoria de que Barack Obama no nació en EEUU.

Las fuentes de la Casa Blanca y amigos de la primera dama también tratan de deshacer la idea de que Melania es reticente a ejercer su papel. En Politico insistían en que discreta pero cuidadosamente ha estado siguiendo el día a día al político de la Administración y ha estado preparando todo para su llegada al ala este. Ahora está por ver en qué causas centra su actividad pública, aunque se mencionan el trabajo con veteranos y sus familias. De lo que prometió en el único mitin que protagonizó en campaña, luchar contra el ciberbullying, por ahora no hay noticias.