El testimonio de Gulwaly Passarlay, un joven afgano que con apenas 12 años huyó de su país sin la compañía de sus padres, emociona a más de un asistente al último foro europeo sobre derechos del niño organizado en Bruselas. “Me sentía infrahumano, no tenía idea de que tenía derechos y se me hizo sentir diferente. Se me trataba como si ya fuera mayor de edad”, recalca en su discurso ante un heterogéneo público formado por burócratas, políticos y representantes de instituciones y oenegés. El viento soplaba en contra, el viaje fue duro y en el camino sufrió la implacable crueldad de quienes deshumanizan a través de todo tipo de abusos, pero finalmente llegó al Reino Unido y la vida le dio una segunda oportunidad para ser feliz: encontró un hogar de acogida, estudió lo que quiso y se hizo activista.

Una historia de éxito que, sin embargo, no puede ocultar el drama humano que hay detrás de una crisis migratoria que está lejos de solucionarse, pese a los mensajes optimistas de la Unión Europea(UE): de enero a noviembre del 2016 un total de 22.775 menores sin acompañamiento alguno llegaron a las costas de Italia -el 15% de todas las llegadas a ese país- según datos de ACNUR, el organismo para los refugiados de la ONU. Y es que nueve de cada 10 menores que desembarcan en la península Itálica no vienen acompañados de sus padres. La mayoría proceden de países del África subsahariana que no forman parte del programa de reubicación de la UE, por lo que automáticamente son considerados inmigrantes económicos, sin derecho al asilo político, únicamente otorgable a los refugiados.

En Grecia, el otro país que registra mayor número de entradas de migrantes, se contabilizaron en el mismo periodo cerca de 170.000 llegadas, el 37% de menores. Turquía actúa ahora como muro de contención, fruto del polémico acuerdo con la UE, lo que ha frenado el flujo de embarcaciones que llegan a las islas griegas del mar Egeo procedentes de las playas del país vecino. Un viaje que en esos 11 meses costó la vida a 146 niños.

Resulta inevitable establecer una comparación para conocer cuán tímida es la respuesta europea a un drama sin precedentes: esa cifra de fallecidos es casi la misma que la de niños no acompañados que, tras llegar a Grecia, han sido acogidos por otros países europeos (148). El Gobierno griego estima que aún quedan pendientes de una solución otros 2.400 niños que llegaron solos, y todavía no se ha producido ninguna reubicación desde Italia, según reconoce la propia Comisión Europea.

CENTROS DE ACOGIDA POR TIEMPO INDEFINIDO

Kostas Simitopoulos es consciente de los importantes retos que plantea el programa de reubicación que la UE intenta llevar a cabo. Como coordinador de los menores no acompañados en el centro de acogida de Moria, en la isla griega de Lesbos, explica que el trabajo se ha multiplicado desde el cierre de las fronteras en los Balcanes y el acuerdo con Turquía. “Antes los menores permanecían dos o tres días en los centros mientras preparaban sus documentos para ir a la Grecia continental y proseguir su viaje por la ruta de los Balcanes”, asegura, con la esperanza puesta en llegar a Alemania y otros países.

Pero tras las nuevas maniobras de los países “se quedaban en los refugios, que empezaron a llenarse porque no tenían adónde ir. A veces se quedaban incluso cinco meses en instalaciones concebidas solo para un par de días”, añade. A la situación de colapso, que ha mejorado tras la habilitación de nuevos centros, hay que sumar unos procesos de asilo y reunificación familiar que en muchos casos se eternizan. “No se puede tener a menores detenidos indefinidamente en lugares que parecen cárceles”, se planteó desde un principio, por lo que decidió poner en marcha una escuela a la vez que organizaba actividades lúdicas y deportivas. Pero reconoce que a pesar de los esfuerzos para mejorar la estancia en el centro, muchos niños tienen constantemente en su mente las presiones de familiares.

“Mi madre está furiosa conmigo porque estoy todavía en la isla y no he encontrado trabajo. Hay 10 familias en mi pueblo que han puesto dinero para que yo llegue aquí y tengo que pagarles ya. Por favor, déjeme salir de la isla”. Cuenta Simitopoulos que recibió este mensaje recientemente. Una historia que se repite. A menudo, dependen de las mafias que les han traído hasta Europa. “Tenemos que dejar en el desempleo a los traficantes, la situación no puede seguir así”, concluye en el foro, a la vez que pide más esfuerzos y mayor colaboración de los países que deben acogerlos.

PROTECCIÓN DEL MENOR

En el sistema de identificación y registro que se lleva a cabo cuando un menor llega a Grecia participan varias organizaciones: Acnur le informa de sus derechos, la agencia europea Frontex le toma las huellas, la policía griega se encarga del registro y Médicos del Mundo evalúa su salud. Si hay parientes también se llevan a cabo entrevistas psicosociales para averiguar las relaciones del menor con sus familiares. Y si viene solo, las autoridades le asignan un tutor. En Lesbos, el fiscal ha de hacerse cargo de más de 400 niños de manera provisional.

Sobre el papel existe legislación a nivel europeo e internacional, así como en cada estado miembro, que ofrece protección al menor. Sin embargo, la compleja burocracia europea y la falta de compromiso de muchos países -que no cumplen las cuotas asignadas por la UE- va en detrimento del bienestar de los menores. La reubicación “está despegando con muchos problemas, pero puede ser una vía adecuada para una política común para los mas jóvenes”, asegura Mario Morcone, responsable de inmigración del Ministerio del Interior italiano. El joven Passarlay lo tiene claro: hay mucha gente que quiere acoger a refugiados en Europa pero los gobiernos no lo entienden así, y son estos los que diseñan los sistemas de acogida. “Necesitamos una política que no deshumanice a la persona”, insiste.