Invencible, intocable, inquebrantable. Durante casi 13 años, Angela Merkel ha sido el referente político de Alemania, una figura respetada por fieles y adversarios que ha gobernado sin apenas despeinarse. Sin embargo, eso podría estar cambiando. Aunque esa fuerza aún no se ha desvanecido, la cancillera se enfrenta ahora a su peor crisis desde que llegó al poder por sorpresa en el 2005, una política migratoria que ha fracturado a su partido y amenaza con hacer implosionar el Gobierno de Berlín.

Aunque en su larga trayectoria la líder conservadora ha probado que nunca se la puede dar por muerta, las cifras empiezan a girarse en su contra. Una encuesta revela que solo un 47% de los alemanes cree que Merkel es una buena cancillera, una caída de hasta 10 puntos respecto a abril. La guerra interna contra su ministro del Interior y líder bávaro, Horst Seehofer, que propone un cierre de fronteras a la austriaca, le ha pasado factura y un 66% ve como su autoridad ha sido dañada.

En 13 años, Merkel ha sorteado otras crisis pero frente a esta hay poco optimismo. Así, un 75% de los alemanes cree que no logrará cerrar un acuerdo migratorio europeo en las dos semanas que los conservadores bávaros le han dado como ultimátum. A contrarreloj, la cancillera prepara una minicumbre en Bruselas para este domingo donde se reunirá con los jefes de Estado de Francia, Austria, Italia, España, Grecia, Malta y Bulgaria.

TREGUA MUY CORTA / Mientras tanto, la tregua sellada este lunes entre conservadores ha durado poco. El miércoles, el presidente de Baviera, Markus Söder, volvió a cargar contra Merkel por otro flanco y atacó el presupuesto para la Eurozona pactado con el presidente francés, Emmanuel Macron, un gesto que entiende como un cheque en blanco a Francia para obtener a cambio acuerdos en materia migratoria.

Ahora Merkel lo tiene más difícil. Aunque una mayoría ve como «electoralista» la presión de los bávaros, un 62% también apoya su plan de expulsar a aquellos inmigrantes que ya hayan sido registrados en otros países de la UE, algo a lo que la cancillera se opone. Curiosamente, y como reflejo de su estrategia centrista, son los partidos de izquierda quienes ven con mejores ojos las políticas migratorias de la conservadora.

Ese pivote al centro le ha permitido gobernar con altos niveles de popularidad pero también ha abierto una brecha en la derecha alemana con la irrupción del partido Alternativa para Alemania (AfD). Como se ha repetido por todo el continente, el mensaje ultranacionalista y xenófobo también se hizo un hueco en un país que se creía inmune y su puesta en escena supuso un golpe sobre el tablero alemán.

La cancillera puede estar viviendo el final de su largo mandato pero, como apunta el analista político Franco Delle Donne, «menospreciarla es el peor error que uno puede cometer».