A falta de tan solo 10 días para las elecciones federales, Alemania ya sabe quién seguirá al mando del país. Tras una campaña electoral más plácida de lo que se podía pensar a principios de año, la cancillera alemana Angela Merkel tiene asegurada una cómoda victoria con hasta un 37% de los votos que le permitirá prolongar su hegemonía por un cuarto mandato. De cumplirlo, llevará 16 años en el poder, superando así a su padre político Helmuth Kohl e igualando al histórico Konrad Adenauer. Sin embargo, en estos comicios la tensión se vive más abajo.

Con unos socialdemócratas (SPD) que ni eligiendo a Martin Schulz como candidato han conseguido frenar su paulatina decadencia, toda la emoción de estas elecciones se libra en la tercera posición del podio. La extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), la izquierda poscomunista (Die Linke) y los liberales (FDP) apuran los últimos actos de campaña con distintos objetivos. Un poco más atrás, los Verdes apuntarían a ser la fuerza más débil del Bundestag, el Parlamento alemán. Pero teniendo en cuenta que el 46% de los alemanes aún están indecisos, la carrera para la tercera plaza será especialmente ajustada.

Aumenta la protesta

Islamófobos y anticapitalistas ya han sido descartados por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel como posibles aliados de gobierno. Eso les arroja la única posibilidad de batallar para ser el principal partido de lo que han llamado “oposición real”. Ambas formaciones, situadas en polos opuestos del espectro político, son receptoras del voto de protesta de ciudadanos cansados con el Gobierno y que ya no ven diferencia entre la CDU y el SPD.

Más allá de su ideología, ambas se dirigen y compiten por un mismo electorado, el obrero disgustado. Aunque a la hora de la verdad Merkel apenas se ha visto desgastada por la crisis de los refugiados y se dirige a su segunda mayor victoria electoral, el tablero político de Alemania ha cambiado. Cada vez hay más hartazgo con la cancillera. En la próxima legislatura el Bundestag tendrá más partidos que nunca.

Juego de coaliciones

Con un escenario cada vez más fragmentado, el juego de coaliciones se complica. Ese panorama parece abocar a Alemania a otros cuatro años de Gobierno entre la CDU y el SPD. Tras un excelente inicio de campaña en el que parecía que Schulz podría ser una alternativa real a la cancillera, la actitud pactista con su rival en las últimas semanas ha deshinchado sus números. A la desesperada, altos cargos como el ministro de Asuntos Exteriores, Sigmar Gabriel, han atacado a Merkel culpándola del auge de AfD por la falta de políticas sociales. Con el 23% actual se repetiría el resultado obtenido en el 2013, el peor de su historia y que les echó del Gobierno. Aún así, el SPD sería la mejor opción de la cancillera para reeditar un Gobierno estable y con amplia mayoría.

Por su parte, tanto liberales como ecosocialistas aún mantienen la posibilidad de formar parte del próximo Ejecutivo alemán. Si la gran coalición entre conservadores y socialdemócratas no prospera, la única opción que le queda a la CDU para tener mayoría parlamentaria es formar un tripartito con estos dos partidos. Un pacto de gobierno a tres bandas, conocido como 'coalición Jamaica' por los colores de su bandera, sería único en la historia del país. Siguiendo la norma no escrita de no hablar de coaliciones en campaña, ambos se han mantenido en silencio.

A diferencia del pacto alcanzado en el 2009, la coalición conservadora con el FDP se quedaría esta vez con la miel en los labios. La renovada imagen del partido liberal, eso sí, le permitirá volver al Parlamento después que esa alianza les pasase factura y en el 2013 se quedaran a las puertas. Por su parte, el tripartito de izquierdas, que ya existe en los Estados de Berlín y Turingia, queda lejos de la mayoría necesaria de 338 escaños. Durante la campaña, la CDU ha instrumentalizado reiteradamente esa opción como advenimiento de caos e inestabilidad para el país.

Tensión creciente

A las tradicionalmente aburridas campañas electorales de Alemania, este año se le ha sumado un factor desestabilizante. Intentando arrancar votos de abstensionistas y conservadores cabreados con la cancillera, AfD ha relanzado su discurso más duro. El pasado 7 de setiembre, la visita de Merkel a la ciudad de Torgau, situada en el feudo sajón de los movimientos islamófobos del país, terminó en una bronca. Un día antes, en Heidelberg, en el sur del país, dos radicales le lanzaron dos tomates que mancharon ligeramente su chaqueta. Pitada y abucheada al grito de “traidora”, actos como este escenifican la creciente tensión que vive el país. Acabe o no tercera, la ultraderecha ya habrá obtenido una gran victoria.