Europa requiere cambios. Bajo esta premisa compartida, la cancillera alemana, Angela Merkel, recibió ayer en Berlín al presidente francés, Emmanuel Macron, para seguir negociando una hoja de ruta para la reforma de la eurozona. Tras el discurso fervorosamente europeísta del martes, el líder francés quiere presionar ahora a su aliada para pulir sus diferencias y pasar de la grandilocuencia a acuerdos concretos, una ardua tarea.

Reunidos en el Foro Humboldt en el Palacio de Berlín a medio construir, cuyo andamiaje es una metáfora de la situación en que se encuentra la UE, el supuesto eje franco-alemán escenificó sus diferencias. Macron y Merkel coinciden en la necesidad de una reforma, pero van por caminos distintos. Mientras el paquete francés incluye anatemas en Berlín como la creación de un ministro de finanzas y un presupuesto comunitarios para la eurozona, la cancillera abogó por establecer una política exterior y de asilo comunes así como la creación de una unión bancaria.

Pero el tiempo apremia. París esperó más de medio año a que la potencia económica del continente lograse formar gobierno. Ahora, a poco más de un año para las elecciones que renovarán la Eurocámara y que, con la irrupción de Macron, al frente pueden suponer una brecha en el bipartidismo hegemónico continental, la presión es mayor. «Debemos ser capaces de comprometernos», apuntó la cancillera.

Sin acuerdos concretos a la vista, los líderes de las dos potencias políticas y económicas de la UE se han limitado a escenificar su voluntad de cooperación para acercar posturas. A pesar de las discrepancias, París y Berlín confían en que las negociaciones en los despachos permitirán que el próximo 28 y 29 de junio lleguen a la cumbre de la UE con un acuerdo bajo el brazo.

Nein. Hasta ahora esta ha sido siempre la respuesta de Merkel. Aunque Berlín se lo pidió como moneda de cambio, las problemáticas reformas impulsadas por Macron dentro de Francia para flexibilizar el mercado laboral aún no han tenido respuesta alemana. Las reformas de la UE fueron un puntal clave en la victoria de Macron en las presidenciales francesas del año pasado.

Tras años de gran recesión y espera, nada parece apuntar a que la reforma de la arquitectura de la eurozona se producirá con la ambición propuesta por París y apoyada por Bruselas. Macron recibió un duro revés el martes cuando la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que preside Merkel presentó ante el Bundestag un documento en el que se establecen las líneas rojas de esa reforma del euro.

Los diputados conservadores presionan así a su líder para que imponga en un posible acuerdo las condiciones deseadas por Berlín. Entre esas condiciones, los del Merkel aseguran que solo aceptarán la transformación del mecanismo de rescate (Mede) en un Fondo Monetario Europeo si se cambian los tratados para que el parlamento alemán pueda decidir sobre su creación y descartan establecer un presupuesto anticrisis común para evitar compartir responsabilidades con los endeudados países del sur.

PAPEL PARA LA BASURA / Sin embargo, el nein de los conservadores de Merkel despierta dudas dentro de Alemania. Los más críticos han sido Los Verdes, que han acusado a la cancillera de «haber abandonado» a París con su negativa a los planes de reforma de Macron. «La solidaridad europea mencionada en el acuerdo de Gobierno ha degenerado en papel para la basura», remarcó su líder, Annalena Baerbock.

Incluso los socialdemócratas, socios de Merkel, también levantan la ceja. Su líder parlamentaria y próxima presidenta, Andrea Nahles, aseguró «no entender» las líneas rojas marcadas contra las propuestas francesas.