Discreto, amante del protocolo y dominador en las sombras del entramado burocrático de Brasilia. Así es la personalidad del nuevo presidente titular de la República de Brasil, Michel Temer. A sus 75 años, el líder del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), un partido tan ambiguo y salpicado por la corrupción que carece de cualquier apoyo popular, asumirá el desafío de rescatar de la crisis económica y la polarización social a la mayor democracia de América Latina.

Sin embargo, la llegada al poder de este antiguo profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Pontificia Católica de Sao Paulo, conocido por su afición a conceder el aprobado general a sus alumnos, estará marcada por el estigma de haber sido tachado por la expresidenta Dilma Rousseff, su antigua socia de gobierno, como el “líder silencioso del golpe de Estado”. Este fin de semana, en la Cumbre del G20 en Hangzhou (China), Temer tendrá la difícil misión de lavar la imagen internacional de su recién estrenado mandato.