Pemba Lama personificó un breve paréntesis de júbilo en un contexto de dolor desbordado. El chico de 15 años fue extraído ayer de las ruinas cinco días después del seísmo de 7,9 grados que asoló Katmandú y otras zonas de Nepal. Dicen los expertos que los primeros dos días son clave en el rescate de supervivientes y que a partir de los cuatro se entra en el terreno milagroso. Como «el niño milagro» se le conoce a Pemba ya en las redes sociales.

El crío fue rescatado cubierto de polvo y con los ojos entrecerrados para protegerse de la luz de lo que quedaba de un edificio de siete plantas de Katmandú derribado por el terremoto. Los equipos de búsqueda lo habían localizado el miércoles pero no le pudieron sacar hasta ayer. Fue personal nepalí ayudado por un equipo estadounidense el que efectuó una operación retransmitida en directo. «Tenemos luces y generadores, tenemos equipos para entrar y martillos neumáticos, y estamos intentando sacarlo de ahí», había dicho el líder del equipo norteamericano, Andrew Olvera.

El joven no estaba a una gran profundidad, pero se encontraba inmovilizado entre las diferentes plantas del edificio situado en el distrito de Gongabu y que albergaba cuatro casas de huéspedes. El superviviente, que trabajaba en la Pensión Hilton, fue trasladado a un hospital en camilla con un collarín y una sonda intravenosa sin aparentes heridas graves.

«Carezco de ninguna explicación lógica, es un milagro y algo maravilloso ver esto en medio de toda la destrucción», dijo Libby Weiss, de un centro médico, a la agencia AFP. «Me dio las gracias cuando me acerqué a él. Me dijo su nombre y su dirección y yo le di algo de agua», ha explicado el trabajador estadounidense a la agencia AP.

Durante los cinco días en que estuvo atrapado bajo una bicicleta con dos metros de escombros por encima se alimentó con tarrinas de mantequilla y bebió el agua que se escurría de su ropa.

El rescate de Pemba se añade a otros que desafían la lógica. El miércoles fue puesto a salvo otro superviviente que tuvo que beber sus propios orines. Un bebé de cuatro meses fue rescatado el domingo y una niña de 11 años fue extraída de las ruinas el miércoles.

Hartazgo del Gobierno

El récord de supervivencia lo ostenta una paquistaní de 44 años que aguantó 63 días enterrada en su cocina con comida podrida y bebiendo el agua que apenas goteaba después del terremoto que arrasó su país en el 2005. Los rescates milagrosos son apenas alegres pinceladas en un marco trágico de casi 5.489 muertos, 10.695 heridos y ocho millones de afectados.

Los equipos de rescate y la ayuda internacional siguen llegando trabajosamente a las zonas remotas más castigadas por el terremoto mientras la población de Katmandú muestra síntomas de hartazgo por la inoperancia del Gobierno en la gestión de la crisis.

La capital del paupérrimo país asiático vive un trasiego incesante entre los que quieren irse por miedo a las epidemias o para encontrar a sus familiares y los que llegan en busca de la ayuda internacional que es aún más escasa en otras áreas del país.

El Consorcio de Reducción de Riesgos ha cuantificado los desplazados internos en 2,8 millones, lo que supone el 10% de la población nacional.