El viejo Paddy Moriarty apuró su octava cerveza y, como cada tarde, se tambaleó junto a su perro Kellie hasta casa, a esperar al nuevo día. Ese 16 de diciembre, no obstante, su rutina se quebraría y nadie le volvería a ver tras dejar la barra del Pink Panther. Simplemente se esfumó; algo ya extraño pero más aún si donde te esfumas es en Larrimah, un pueblo del norte de Australia en el que solo viven otros 11 vecinos y una mitad está enfrentada a la otra mitad. Ocho meses después, la Policía cree que su desaparición oculta un crimen y ha convertido la aldea en un tablero de cluedo para resolver el misterio. Hasta Sam, un cocodrilo de agua marina, está en el punto de mira.

La mañana siguiente, Paddy no siguió su costumbre de acudir al Pink Panther, el único hotel y bar de este enclave del desierto australiano. Cuatro días de ausencia alertaron a la parroquia del Pink y, tras denunciar ante la autoridad, los agentes descubrieron que su vivienda estaba abierta, su sombrero de cowboy dentro y la cena, preparada en el microondas y sin tocar. "El tiempo de posible supervivencia ha expirado", proclama el sargento detective Matt Allen. De inmediato, los investigadores sospecharon que había sido asesinado y comenzaron a interrogar a sus vecinos, a sus 11 vecinos.

Todos ellos tenían una coartada sólida. Entonces, ¿quién mató a Paddy? Antes de tratar de buscar un culpable, hay que conocer a los habitantes del lugar. "Nadie le cae bien al resto", explicaba Kylie Stevenson, amigo personal del desaparecido, a 'The Guardian': "Están divididas en dos facciones. Algunos vecinos llevan sin hablar a los demás durante más de una década, y otros ocasionalmente se gritan y se insultan".

De hecho, las rencillas históricas han dibujado un mapa de odio que agrupa a estos personajes en dos grupos, los vinculados al Pink Phanter y los más cercanos a la Tea House. Ahora, los agentes tratan de desentrañar el misterio de este septuagenario, a quien recuerda un cartel con su fotografía y un número de teléfono para recabar soplos.

LOS PROTAGONISTAS

De entre los 11 habitantes de Larrimah, algunos tienen una importancia mayor en la trama. El dueño del Pink Panther, Barry Sharpe, le extraña, y "mucho". No solo por ser uno de sus principales clientes, era su amigo. También su antigua encargada, Karen Rayner, le guarda cariño y afirma que Paddy no se fugó. "Que la gente sepa que era un buen tío", insiste. Detrás de este local, otro 'habitante' de Larrimah a quien no se puede descartar, el cocodrilo marino y mascota de Sharpe. Muchos creen que el reptil pudo tragarse a Moriarty y su mascota pero nadie ha podido demostrar nada.

Richard Simpson había trabajado como camarero para Sharpe y, aunque critica a Moriarty por borrachín y malencarado, despachó a los agentes mandándoles al cuerno, antes de señalar al otro 'grupo demográfico' del pueblo, las personas vinculadas a la Tea House. Su dueña, Fran Hodgetts, se llevaba a matar con Moriarty, con quien tenía discusiones constantes: él se quejaba de que sus clientes aparcaban los coches en sus dominios y, a cambio, extendía rumores sobre los pasteles de la Tea House. Incluso, colgaba un cartel tomando partido por los pasteles del Pink Panther en lugar de por los del Tea House: "En el hotel de Larrimah venden los mejores pasteles del pueblo".

El testimonio de Bobby Roth, el fregaplatos de 19 años de la tetería, complicó a Hodgetts "Solía decir: 'Mataré a Paddy'", según este muchacho. No obstante, la septuagenaria (en este pueblo -casi- todos tienen más de 70 años), a quien el desaparecido le insultaba llamándole "cerda salvaje", quiso despejar sospechas en una declaración que lanzó dudas sobre su jardinero, Owen Laurie, de 71 años también, como la víctima.

Poco antes de su desaparición, ambos discutieron por los ladridos de su perro. "O lo haces callar tú o yo lo haré", le gritó, aunque Laurie niega ser el asesino. Así pues, ¿quién mató a este hombre de origen irlandés? La policía sigue indagando, centrando su estudio en dos epicentros: el Pink Panther y la Tea House.

¿UN LUGAR EMBRUJADO?

Parada obligatoria para los viajeros que van de norte a sur, la carretera que atraviesa esta localidad tiene fama entre los lugareños por una época de asesinatos y desapariciones. Hace 17 años, un mochilero británico se desintegró de la faz de la tierra y nadie supo más.

Por si fuera poco, los nativos creen que ese lugar está embrujado y se niegan a vivir allí, según Infobae.