Los muertos por el fuerte terremoto de 8,2 en la escala de Richter que sacudió el viernes México son ya 61, a los que se suman 250 heridos y 159 municipios en estado de emergencia. El estado de Oaxaca, con 45 víctimas mortales, fue el más damnificado por el seísmo, seguido de Chiapas, con 12 muertos y 4 en Tabasco.

Solo en la localidad de Juchitán de Zaragoza, localidad donde viven 100.000 habitantes, murieron 36 personas, y miles de personas perdieron sus viviendas. "Toda la casa de enfrente se vino abajo y la de atrás también, y nosotros perdimos todo", relata Gabriela Ortiz, una de las damnificadas en Juchitán.

"Fue horrible, siento impotencia", reconocía con lágrimas en los ojos junto a su hermano menor y su tía mientras monta guardia ante los restos de su morada. "Ya viene, aquí viene otro", gritaban unos jóvenes tendidos en colchones en plena calle mientras se levantaban y ayudan a los más mayores a colocarse en medio de la calle, lejos de casas resquebrajadas hasta los cimientos, que parecen aguantarse con pinzas.

MIEDO A LAS RÉPLICAS

"Estamos a la expectativa de que algo pueda suceder con las réplicas. Con solo ver cómo se derribaron las casas, con cualquier movimiento la gente entra en psicosis ", subraya Óscar Cuevas, un vecino que vio como el sismo le abría una brecha de un palmo en casa y que perdió a sus dos vecinos de enfrente, una madre y su hijo, que no lograron salir a tiempo.

En calles con luz y sin ella, miles de vecinos fueron atendidos por las autoridades -desde marinos y soldados, fuertemente desplegados, a médicos- quienes les proporcionaron algo de víveres y agua o les atendieron por contusiones o crisis nerviosas. El presidente de México, Enrique Peña Nieto, acudió el viernes a Juchitán. Una visita relámpago en la que prometió restablecer agua, alimentos y atender médicamente a sus habitantes.