François Fillon ha decidido “no decir jamás una palabra” sobre los asuntos judiciales que envenenan su campaña electoral para no alimentar “el culebrón de la calumnia y las revelaciones destiladas por los servicios del Estado”. El candidato conservador a la presidencia francesa intenta con esta estrategia poner sordina a las múltiples sospechas de corrupción que minan sus aspiraciones a conquistar el Elíseo.

La última revelación la hace este miércoles 'Le Canard Enchainé', la publicación que destapó el escándalo de los supuestos empleos ficticios de su mujer, Penelope, y dos de sus hijos, contratados durante años como asistentes parlamentarios sin que haya pruebas concluyentes de que el trabajo era real. Según el semanario, la esposa del exprimer ministro comenzó en 1980 a percibir un salario de la Asamblea Nacional.

En esa época Fillon era jefe de gabinete del ministro de Defensa, Joël Le Theule, y consiguió que Penelope Clarke, que entonces era su novia, obtuviera un trabajo como colaboradora en un ministerio parisino. Su sueldo: 6.000 francos brutos al mes, unos 900 euros actuales, tres veces más que el salario mínimo de la época. Su empleo duró quince meses, hasta la llegada al poder de los socialistas, en mayo de 1981.

El entorno del candidato lo niega, pero el ambiente en el partido Los Republicanos es eléctrico a la vista de que las posibilidades de que Fillon se clasifique para la segunda vuelta de las presidenciales son más que dudosas. Al candidato conservador le pisa los talones el líder de Francia insumisa, el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, a quien los franceses ven como el más cercano a la gente.