Llantos de felicidad, cánticos patrióticos, bailes, coches haciendo sonar sus cláxones... La fiesta de las decenas de miles de personas que desde hacía casi dos semanas exigían en la calle la dimisión del primer ministro y expresidente Serge Sargsyán se ha prolongado hasta altas horas de la madrugada de este martes en Yereván, la capital de Armenia.

Una vez logrado el objetivo inmediato de cerrar el paso al hombre que había llevado las riendas del país durante el último decenio y que aspiraba a continuar haciéndolo asumiendo el cargo de jefe del Gobierno con poderes reforzados, la oposición ha anunciado que iniciaría de inmediato conversaciones con los poderes del Estado para lograr la convocatoria de elecciones parlamentarias anticipadas.

"Siento felicidad y orgullo por mi nación", confesaba Alla, una mujer de edad media, a un periodista de la publicación moscovita 'Nóvaya Gazeta'. "Apoyo a mi país, que ha sido atormentado por las manos de este dictador; estamos todavía en estado de 'shock'", continuaba.

Y es que la rápida caída de Sargsyán este lunes ha pillado por sorpresa a casi todos, y constituye un dramático giro de los acontecimientos. El domingo, hace tan solo dos días, el cabecilla del movimiento opositor, Nikol Pashinyán, había sido arrestado junto a otros tres diputados y dos centenares de manifestantes. Los heridos comenzaban a llegar a los centros hospitalarios de Yereván y las voces más agoreras no descartaban que la situación evolucionara de forma similar al Euromaidán en Ucrania hace tres años, que acabó en un baño de sangre con más de un centenar de muertos.

Sin violencia

Ha sido el propio Sargsyán quien ha dado a entender que no estaba dispuesto a recurrir a la violencia para mantenerse en el poder. "En la situación actual hay varias soluciones pero no elegiré ninguna de ellas, no es mi estilo; abandono el liderazgo del país y el puesto de primer ministro", ha anunciado. "Paz, armonía y buen entendimiento para nuestro país", ha deseado.

La prioridad de Pashinyán es entablar conversaciones con dirigentes de las fuerzas políticas gobernantes para convocar cuanto antes comicios anticipados. Las negociaciones deben afrontar "el traspaso del poder al pueblo sin conmociones", ha defendido. El partido en el poder, según el cabecilla de las protestas, debe reconocer el triunfo de la "pacífica revolución de terciopelo" y proceder a la liberación de todos los detenidos.

El Kremlin observa con atención la evolución de los acontecimientos, aunque oficialmente asegura que no intervendrá y califica lo sucedido de "asunto interno". Después de que Georgia empezara a orientar su política exterior hacia la UE y la OTAN a mediados del decenio pasado, y Azerbaiyán optara por acercarse a Turquía, país con el que comparte una lengua muy similar, Armenia es el único aliado que le queda al Kremlin en el Cáucaso sur, y cuenta con dos bases militares rusas en su territorio.

El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, ha evitado este martes trazar paralelismos entre lo sucedido en Ucrania en el 2014, cuya revolución del Euromaidán marcó un cambio de orientación en la política exterior del país, y Armenia. "Por ahora vemos que la situación no está evolucionando de forma desestabilizadora, lo que es motivo de satisfacción", ha indicado.