En Turquía se tuitea con tetera. O lo hace, como mínimo, el candidato a las elecciones de este domingo del partido prokurdo HDP, Selahattin Demirtas, desde hace un año y medio que está en la cárcel. Está acusado por el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan de tener vínculos con el PKK.

Hace unos meses empezó a tuitear y la policía no entendió cómo. Registraron su celda y el único aparato electrónico que encontraron fue su tetera: ahora el electrodoméstico se ha vuelto uno de sus símbolos de campaña.

«Me tienen aquí porque tienen miedo. Creen que es valiente ligarme las manos —ha dicho Demirtas en su único discurso emitido en televisión—. Pero lo que me pasa a mi, ahora, le pasa a toda Turquía. Si gana Erdogan, estimados hermanos, no tendréis espacio para respirar en su régimen del miedo y la tiranía. Notaréis como os estrangulan. No son especulaciones: digo todo esto desde la experiencia personal».

El Partido Democrático de los Pueblos (HDP) es la llave que llevará, este domingo, al palacio presidencial turco. La formación recibe la mayoría de sus votos en las zonas de mayoría kurda, donde el AKP de Erdogan también consigue buenos resultados.

Si este partido consigue más del 10% de los sufragios, hay posibilidades reales de que Erdogan y el AKP pierdan el control del Parlamento. «La diferencia si el HDP entra en el parlamento será, aproximadamente, de unos 60 diputados de los 600 que hay. Si no entran, se los quedará el AKP. Estos 60 asientos pueden ser suficientes para decantar la balanza de la mayoría parlamentaria hacia Erdogan o hacia la coalición opositora», escribe el analista Murat Yetkin.

Consensos

La ley electoral turca impide que los partidos con menos del 10% de los votos en unas elecciones puedan entrar en el Parlamento. El HDP, según los sondeos, está cerca del 11%. Su papel en estas elecciones es tan importante que Demirtas ha sido vetado casi en todas las televisiones y medios favorables a Erdogan y no se le ha permitido hacer campaña fuera de su celda y su tetera tuitera. En la televisión pública del país, el presidente ha aparecido, en el último mes, 181 horas. Demirtas, 32 minutos.

No ha importado: mucha gente que nunca se había imaginado que iba a votar por él, este domingo, lo va a hacer. «Yo soy votante de siempre del CHP [del partido socialdemócrata turco], pero votaré al HDP en el Parlamento. Es muy importante que consigan entrar», explica Zeynep, una mujer turca que, asegura, nunca antes había simpatizado con la cuestión kurda. Es un argumento muy repetido estos días: toda la oposición siente que ésta es la última oportunidad de derrotar a Erdogan. El enemigo común les ha unido.

El candidato presidencial del CHP, Muharrem Ince, durante la campaña, ha ido a visitar a Demirtas a la cárcel; sus compañeros de coalición han dicho que si ganan liberarán al político kurdo. Erdogan, en cambio, le ha llamado de terrorista a arriba. «Este domingo votaré al HDP, pero si hay segunda vuelta [si ningún candidato consigue el 50% de los votos] votaré a quien sea que vaya contra Erdogan. No me gusta el CHP, pero parece que Ince nos entiende», dice Rojda, una joven kurda que nunca ha votado al partido socialdemócrata turco.

«No os preocupéis por mi —pidió Demirtas en su discurso—. Seré libre mientras vosotros seáis libres. Resistiremos. Aquellos que creen que nos asustarán metiéndonos en la cárcel tienen miedo de sus propias sombras».