La población de Pekín, la capital de China, ha disminuido por primera vez en las últimas dos décadas. Una reducción fomentada por las medidas que ha impulsado el Gobierno con el fin de echar a los trabajadores inmigrantes de la ciudad y mejorar la calidad de vida de sus residentes. En 1997 la ciudad vivió el último decrecimiento demográfico. Desde entonces, la población se ha incrementado en 10 millones de personas, y Pekín tiene en la actualidad 21,5 millones de habitantes.

Según los medios estatales, en el 2017, un total de 22.000 residentes abandonaron la gran urbe china, es decir un 0,1% de los habitantes. Shanghái, con más de 24 millones de habitantes, es otra de las ciudades que también ha experimentado una reducción en su población, concretamente tiene 13.700 personas menos.

Según el portavoz de la Oficina Municipal de Estadísticas de Pekín, Pang Jianggian, uno de los principales factores que ha promovido la caída de la población es el descenso de la cantidad de personas en edad de trabajar y de las migraciones desde áreas rurales. “En los últimos años, la población en China estaba creciendo un 0,5% anual, pero ahora la atracción por las grandes ciudades está menguando gradualmente”, ha afirmado Pang en una conferencia de prensa.

Mal estado de las viviendas

Después de que en noviembre un incendio en el distrito de Daxing, en el sur de la capital china, provocara la muerte de 19 personas, las autoridades locales emprendieron una campaña de limpieza que obligó a todos aquellos ciudadanos que residían en viviendas poco seguras y en mal estado a mudarse.

Bajo el pretexto de mejorar el nivel de vida de los ciudadanos y evitar el colapso en los servicios públicos de la capital, en septiembre la Administración municipal anunció una serie de regulaciones para moderar los niveles de crecimiento demográfico y afirmó que el objetivo del Gobierno es mantener el número de habitantes por debajo de los 23 millones de personas en el 2020.