China y Rusia escenifican esta semana con unas elefantiásicas maniobras militares sus vínculos frente al viejo orden occidental y las ventoleras estadounidenses. La geopolítica y la química entre Vladímir Putin y Xi Jinping acercan a dos gigantes con una historia turbulenta. Hoy mandan los lamentos contra Donald Trump: la cruenta guerra comercial en el caso chino, las sanciones económicas en el ruso.

Xi alertó contra las tendencias que atentan contra el comercio globalizado y la política multipolar en el Foro Económico Oriental que se celebra estos días en Vladivostok. También pidió un frente común ante las «acciones económicas hostiles» en un discurso con sobradas alusiones implícitas a Washington. Rusia y China, aclaró, son «buenos vecinos y socios» que juntos «neutralizarán los retos y riesgos». Es el tipo de mensaje que pone nerviosas a las cancillerías que se han repartido el poder en el último siglo. El foro coincide con el inicio de los mayores ejercicios militares rusos desde que la Unión Soviética saltara en pedazos. Unos 300.000 soldados, un millar de aviones, una ochentena de barcos y 36.000 tanques, por hacer la lista corta, transmitirán durante las maniobras de esta semana que Moscú no se achicará ante lo que entiende como beligerancia occidental. China aportará 3.200 soldados, 30 aviones y 900 tanques, apenas una gota en el océano ruso, pero suficiente para mostrar su compromiso.

Ambos ejércitos ya habían maniobrado juntos en esta década. Fue bajo el paraguas de la Organización de Cooperación de Seguridad de Shanghái y no en un marco interior como el actual. Tampoco la magnitud ni la sofisticación son comparables. Las maniobras Vostok-2018 buscan perfeccionar la maquinaria bélica rusa en el marco de las reformas ordenadas por Putin. Conflictos como Siria han agudizado las diferencias con Occidente que ya había estimulado la anexión de Crimea en 2014. Moscú espera las nuevas sanciones que Washington anunció por el envenenamiento de un exespía ruso en el Reino Unido, de igual forma que Pekín se prepara para más impuestos a sus productos por un valor de 200.000 millones de dólares. El antiguo gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, afirmaba esta semana que esos embates arancelarios provocarán «sustanciales mejoras» en las relaciones con Rusia.

El comercio bilateral ha aumentado más de 30% durante los primeros seis meses y podría exceder los 100.000 millones de dólares al finalizar el año. La reunión de Xi y Putin facilitará la firma de tratados en energía, agricultura, tecnología e infraestructuras, señaló la prensa china.

GUERRA FRONTERIZA

La desconfianza ha abundado entre Moscú y Pekín en la historia moderna. Rusia se anexionó territorios chinos en 1860 y ambas se enfrascaron en una intensa guerra fronteriza en 1969. El subsuelo pequinés es un queso de gruyere por los túneles antinucleares que Mao ordenó construir cuando la guerra total parecía inminente. Rusia mira con aprensión ahora la creciente influencia china en las repúblicas exsoviéticas del Asia Central y el aluvión migratorio hacia las vastas y despobladas zonas de Siberia. Pero las sanciones de Occidente le empujan sin remedio al abrazo chino. En 2014 firmó un histórico acuerdo por el que China le comprará su gas durante 30 años y en el 2015 le empezó a vender sus más avanzados cazas de guerra que previamente rehusaba por miedo al robo de tecnología.