De norte a sur, de este a oeste, un fantasma recorre Europa: el regreso de la ultraderecha xenófoba a la sombra de la crisis económica y política del continente. Un dosier elaborado por EL PERIÓDICO y Agenda Pública

El creciente malestar social que existe en la Unión Europea (UE) está alimentando el auge de la extrema derecha. El Partido de la Libertad (FPÖ) estuvo a punto de conseguir la presidencia de Austria en el 2016, el Partido por la Libertad (PVV) se convirtió en marzo en la segunda fuerza política de Holanda y Marine Le Pen, del Frente Nacional, podría ser la candidata más votada en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas del 23 de abril.

Como sus antecesores del periodo entreguerras, los partidos ultras se nutren del desencanto de la población afectada por la crisis con la política aplicada por los partidos tradicionales y en especial los socialdemócratas. A diferencia de sus antecesores, los actuales partidos ultras no defienden acabar con la democracia parlamentaria. Pero los partidos Fidesz de Hungría y Ley y Justicia (PiS) de Polonia --que se comportan como ultraderechistas aunque nieguen formar parte de esa familia política-- han iniciado una transformación autoritaria de sus estados tras lograr la mayoría absoluta y defienden una "democracia nacional no liberal".

1. Política antisocial

La extrema derecha se alimenta, en primer lugar, del malestar por la creciente desigualdad social, el elevado desempleo, la precariedad laboral, la pérdida de poder adquisitivo, el empobrecimiento de la clase media y los recortes en la protección social. A esto se suma el temor a perder el empleo y el nivel de vida de aquellos que aún no han caído en la precariedad. Sus votantes son obreros, asalariados, autónomos, comerciantes, pequeña burguesía, agricultores y artesanos, indican los expertos Matthew Goodwin, Pippa Norris y Cas Mudde.

El malestar social es fruto de los efectos acumulados por el giro iniciado a finales de los 70 con la política económica neoliberalpara restablecer las tasas elevadas de rentabilidad del capital perdidas desde la crisis de 1973 y que supuso la ruptura del contrato social de la postguerra, como describen los historiadores Tony Judt y Josep Fontana.

La política neoliberal se ha caracterizado por la drástica rebaja de los impuestos a las empresas y las personas con más ingresos, la subida de los impuestos indirectos para todos y una globalización y desregulación a ultranza (liberalización financiera y económica, privatización de empresas y servicios públicos y recorte de los derechos laborales y del gasto social).

El tipo del impuesto de sociedades ha bajado más de 20 puntos en la UE desde 1981 y el tipo máximo del de la renta ha bajado unos 30 puntos desde finales de los 70 en Occidente. Esto, sumado a la pasividad con los paraísos fiscales y la elusión fiscal de las multinacionales, ha generado crecientes problemas de déficit público y ha transformado el Estado del Bienestar en el actual Estado de la Austeridad.

2. Los políticos pierden credibilidad

La globalización y desregulación han permitido al sector financiero, las grandes empresas y la élite sustraerse del control de los gobiernos nacionales, ya que pueden deslocalizar sus fábricas y trasladar sus beneficios y riquezas a paraísos fiscales. Ahora son el sector financiero y las grandes compañías quienes dictan las leyes y los presupuestos a los gobiernos y a la UE a través de sus lobbies, señalan los sociólogos Colin Crouch y Wolfgang Streeck. En esta posdemocracia, la clase política ha perdido credibilidad y se ve como un grupo privilegiado ajeno a los problemas de la gente y dado al favoritismo. Esto permite a la extrema derecha presentarse como alternativa 'antiestablishment'.

Los más afectados son los socialdemócratas, que asumieron los dogmas neoliberales y cuyos votantes se sienten traicionados, como indican los profesores Vivien Schmidt y Florian Schui. Mientras los socialdemócratas insisten en defender por "responsabilidad" la política económica oficial, la extrema derecha se hace eco del malestar social y plantea medidas sociales y proteger los derechos laborales. El Frente Nacional y el Partido de la Libertad son ya los principales partidos obreros de Francia y Austria y los ultras del Partido Popular Danés (DF) obtienen más votos obreros que los socialdemócratas.

3. Tecnocracia europea

El euroescepticismo de los votantes ultras es fruto del impacto negativo de las reformas laborales y la política de austeridad dictadas por Bruselas y Berlín (en contra del ideal de justicia social de la UE) y de la pérdida del control democrático sobre la política económica. Ésta es diseñada e impuesta por los tecnócratas de una Comisión Europea con repetidos e impunes escándalos dentro de un marco normativo que priva de autonomía política a los gobiernos y parlamentos nacionales. Es lo que el sociólogo y filósofo Jürgen Habermas denunció en 'El Señuelo de la Tecnocracia'.

Sólo el 35% de los europeos ve positiva la UE(Eurobarómetro), lo que es explotado por la extrema derecha con eslóganes como "recuperar el control" y "recuperar el poder" y el falso espejismo del repliegue nacional en un mundo que no dejará de estar globalizado.

4. Identidad e inmigración

Los problemas asociados con la inmigración, que la mayoría de los partidos niegan dejando el debate a los ultras y que se han exacerbado con la crisis sin resolver de los refugiados, es otro factor que favorece su éxito electoral. La extrema derecha explota también la necesidad del ciudadano fragilizado económicamente de aferrarse a una seguridad, la identidad, ante la angustia que genera la precariedad para transformar un problema de desigualdad en un conflicto nacional-extranjero.

El fracaso de las políticas de integración y la acumulación de recortes en el gasto social han creado además la percepción en muchos ciudadanos de que deben competir con el inmigrante por unos recursos cada vez más escasos en educación, sanidad, vivienda y protección social, que la extrema derecha aprovecha para presentar al inmigrante como fuente de las dificultades de los menos favorecidos.

Asimismo, ha incidido negativamente el uso por parte de las empresas de inmigrantes de dentro y fuera de la UE y la contratación de obras y servicios a empresas ubicadas en el Este (que pagan a sus empleados desplazados el sueldo del país de origen) para sustituir mano de obra local o rebajar las condiciones salariales y laborales.

5. Islamismo militante

El desarrollo de un islamismo político en la UE, que rechaza de forma militante los valores europeos, y la sucesión de atentados han sido usados por la extrema derecha para alentar el miedo de los ciudadanos a perder el estilo de vida europeo y fomentar el rechazo al islam.

Pese a que esa radicalización islámica wahhabita-salafista, financiada por Arabia Saudí y los países del Golfo, sirve de caldo de cultivo ideológico para los yihadistas europeos, los partidos, en especial la izquierda, se han mostrado pasivos ante ella para no ser tachados de islamofobos, lo que ha dejado a los ultras con casi el monopolio del debate, como señala el sociólogo Gilles Kepel.

6. Legitimación e influencia

La UE y sus gobiernos han contribuido a que se consideren normales y legítimos los partidos de extrema derecha al aceptar que formaran parte de coaliciones gubernamentales en Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ) con los democristianos, y en Italia, de Silvio Berlusconi con Alianza Nacional (sucesor del neofascista Movimiento Social Italiano) y con la Liga Norte. La UE y los gobiernos tampoco cuestionaron que Berlusconi integrara en su partido a la ultra Alianza Nacional y que juntos a su vez se integraran en el Partido Popular Europeo. Del mismo modo, el Partido Popular Europeo no ha adoptado medidas contra el primer ministro húngaro,Viktor Obran, pese a su autoritarismo.

La influencia ultra en la UE ya es muy notable: La política autoritaria de los gobiernos polaco y húngaro es de extrema derecha. El Gobierno de Finlandia tiene cuatro ministros del ultra Partido de los Finlandeses (PS). El Gobierno socialdemócrata de Eslovaquia tiene un representante del ultra Partido Nacional Eslovaco (SNS). El Gobierno danés depende del apoyo parlamentario del ultra Partido Popular Danés (DF). Y en Holanda, Austria y Francia condicionan la agenda política nacional.